martes, 22 de diciembre de 2009

Curadores

¡Atrás, miopes embelesado por la mustia luz de la razón! No me refiero a sus curas con materiales y métodos, a sus remedios molecularmente cimentados, con sus mecanismos de acción pulcramente establecidos. Me refiero a la cura esencial, a la que no apela a la vanidad de denominarse medicina.

Cura y punto: de empacho, de mal de ojo, de envidia; entidades que en si mismas son la totalidad del mal posible. ¡Un tipo se retuerce de dolor en una cama y una vieja desesperada sale como tromba a llamar a su vecina – otra vieja descangayada- para que le cure el empacho! ¡A la mierda con la ciencia!

Es natural: la enfermedad es el mal –mefisto- hecho corporalidad y lo que Dios manda es no achicársele y chumbarle un real envido, a ver si es tan cocorito. Si remite, está curado, y a rezarle un bendito agradecido a la patrona. Si no, es que el mal ha ganado en su ley la partida: es un mal muy pesado. No quedan esperanzas. A lo sumo, ir por el médico o alguna de esas cosas de improbable eficacia. Seguir rezando.

martes, 8 de diciembre de 2009

No hay derecho

El hallazgo de una moneda antigua ha dado pie para que desaforados cientificistas den rienda suelta a su malevolencia destructiva y arremetan contra nuestro sagrado imaginario. Parece, según consta en las caras de una moneda acuñada en el año 32 antes de cristo, que ni la idealizada Cleopatra habría sido dueña de la belleza narcotizante y enloquecedora que subyugó a dos de los hombres más poderosos del mundo antiguo, ni el valiente y temerario Marco Antonio el prototipo del hombre recio y cautivante fogueado por mil esfuerzos y dueño de una estampa que por si sola bastaba para que cualquier bárbaro galo o cualquier centurión bravío dudase de su masculinidad a su sola presencia, según declaman estos afiebrados adoradores de la revelación numismática.
Hay en esta novedosa aseveración – del todo endeble e irrelevante- un improperio difícilmente tolerable contra uno de los mitos del pasado. Solo faltaría que nos enterásemos, por la gracia de algún otro objeto enterrado, que en realidad la pareja no se amaba en lo más mínimo, que casi no se hablaba y que se frecuentaba solo para frías cuestiones de naturaleza política, sepultando la fantasía de que fue el fuego de las pasiones desbocadas la que los condujo a la derrota en manos de Augusto y a la muerte. La historia de un Marco Antonio abandonando la batalla para seguir a su amada en fuga, relegando su cuantioso poder a la felicidad de su amor calenturiento, sería una falsedad para estos fustigadores de mitos. Solo les falta encontrar algún objetito intrascendente para endilgar veracidad científica a sus pretensiones demoledoras.
La situación equivale a encontrar un manuscrito mínimo que mostrara a Sócrates rascándose el mate y escabiando, para luego aseverar que en realidad se trataba de un charlatán ebrio con afanes irritantes, que incomodaba gratuitamente a los pobres transeúntes con su verba etílica acerca de cuestiones intrascendentes, siguiéndolos como un moscardón por las calles, con charlatanerías vacuas, para finalmente espetarles una cargada por la magra labor de su luchador favorito en los recientes juegos o un reconocimiento soez sobre la voluptuosidad de caderas de sus hermanas o esposas. En este plan, Platón habría sido un esforzado propagandista de la posteridad Socrática. También podrían decirnos que Carlo Magno fue en realidad un cobarde sin aristas notorias o Helena una chueca sin gracia y de breve dentadura.
No hay derecho ni necesidad de arremeter contra Marco Antonio y Cleopatra. Al fin y al cabo, su amor ardiente es probablemente su herencia histórica más loable. La casa de Tucumán sería difícilmente identificada si nos basamos en lo que las monedas de cincuenta centavos nos muestran; San Martín se parecería a alguno de los retratos que lo inmortalizaron, pero entonces no se parecería a la mayoría de ellos. Una moneda no alcanza para justificar semejante escándalo por un asunto que es, además, indiscutible: Marco Antonio y Cleopatra se amaron apasionadamente, y se suicidaron por amor, como Shakespeare lo quiso.

viernes, 30 de octubre de 2009

Un sueño (con chiste)

Es la primera vez que escribo un sueño. En general, me parecen medio pelotudos y sin valor, pero este me pareció buenísimo, sobre todo el remate:

Hay una fiesta, en un edificio antiguo. Una escalera de mármol que se parece mucho a la del Ciclo Básico, mi secundaria. Yo tengo que ir, en realidad no tengo muchas ganas de ir a esa fiesta. Por algún motivo, decido ir disfrazado. La fiesta no es de disfraces, pero yo voy disfrazado con un traje de hombre araña muy berreta, no como el que usa el superheroe -ceñido para marcar los músculos- sino de tela de avión, como el que usan esos tipos que se disfrazan en las calesitas o en los trenes infantiles en las ciudades con balneario. Insolitamente, el traje no tiene capucha, así que me pongo una máscara que encuentro en un estante lleno de máscaras a la entrada de la fiesta: hay de todo tipo, incluidas las del hombre araña, pero yo elijo una máscara blanca con pintitas rojas o rosas, de un plástico que también es muy berreta y me permite amoldarlo a mi cara.
El ingreso a la fiesta lo hago bailando en estilo extraño, como en un trance, lentamente agitando mis brazos.También camino en un estilo que me parece canchero. Lo curioso es que, a pesar de que toda la fiesta se da vuelta para mirarme –ahora estamos en un jardín donde la gente come en el piso, tipo pic nic- yo me siento cómodo, sin nerviosismo ni inhibiciones, o mejor dicho: logro dominar mi timidez y los miro a todos en forma desafiante, onda: me la chupan.
Unas pibas me miran y se acercan a mi como asombradas. Entonces decido sacarme la máscara y me ven el rostro. Se decepcionan o se avergüenzan:
-Perdoná, te confundimos con otra persona, pero no sos vos, el otro es más viejo y knee head- dice una
- ¿Knee head?- pregunto
- Si knee head- me responde, y se pasa la mano por la cabeza
- ¡Ah! Pelado -digo yo
- Si

Sin embargo yo en el sueño no me río. En ese momento me parece lo más natural del mundo que a la calvicie se la llame “cabeza de rodilla” y en inglés. Ahí me despierto.

domingo, 18 de octubre de 2009

Quisiera que hubiera un cielo/ que te abrazara de justicias/ y te cobijara en risas/ como las infinitas que nos regalaste

Que el infinito lleve tu nombre/ y se muera de una vez por todas la muerte/ que tu recuerdo sea la vida

Que mi vino te brinde/ que mis pies corran al ritmo de los tuyos/ que mis brazos estrechen hasta el fin tu silueta de hermano

Quisiera que hubiera un cielo/ y viviré lo que me queda/ sin perder la esperanza/ de que mi último día aquí, será el primero de nuestro reencuentro


A Felipe Luparia, un hombre que justificó a los hombres

lunes, 28 de septiembre de 2009

Hacia una teratología nacional

Hay una tupida teratología nacional, aunque más bien livianita. Aquí algunos ejemplos recogidos del saber popular, que pintan la originales facciones de nuestras deformidades criollas y su etiología:

Si los incorregibles niños, en sus absurdos juegos, se ponen bizcos adrede y de un repente les entra un aire, quedan bisojos de por vida. Un caso saliente se dio en la localidad de Malabrigo, en el Chaco Santafesino: un niño quedó bizcocho y los padres culparon a un compañerito de juego de haberlo soplado malintencionadamente mientras jugaban a la bizcochera. El médico de un pueblo vecino intentó vana y sospechosamente explicar que la acusación carecía de fundamento, pero le reventaron la cabeza con un talerazo muy persuasivo. Un curandero que fue consultado, revisó la bibliografía regional y consultó a sabios del lugar, y encontró que la sopladita o cualquier aire producían una parálisis irreversible del músculo recto medial del ojo. Así la ciencia satisfizo los anhelos de la impaciencia azotadora.

También se sabe que si un sapo echa una meada certera y le pega en la pupila a un niño (esto no ha sido comprobado en adultos), este, según el autor, queda ciego o queda estúpido. El consenso actual se inclina por la segunda opción.

Si a una mujer gestante se le entra un pelo de gato en el útero – y no me hagan entrar en escabrosidades – el niño le sale peludo y bobo. La localidad de Chelforó, en Río Negro, registra ocho casos en diferentes mujeres. La prevalencia de la deformidad cayó a cero cuando se expulsó del pueblo al gato del sodero, un macho overo negro bastante querendón. Con él se fue del pueblo el sodero mismo, conocido entre sus amigos como el “oso pelotudo” o “el yeti”.

Si se acoplan cristiano y oveja en una noche de cuarto menguante de los meses de Abril o Mayo de año bisiesto, al cabo de 7 meses a la oveja le nace un cristianito lanudo y balador. El caso se ha comprobado en Piedra del Águila, en el puesto del paisano Curaya. Se conoció como el caso de “El corderón”. Los testimonios indican que las noches de cuarto menguante, el corderón recorría los puestos de las estancias balándole a la luna en forma lastimosa y escalofriante. Varios intentaron, inútilmente, carnear y comerse al cordero, pero cuando lo cuereaban y lo ponían en el asador, este desaparecía misteriosamente, para volver a aparecer en otro lado. Finalmente se supo que sólo había una manera de acabar con el mal bicho. Lo reveló un paisano añoso: el corderón debía ser descascarriado con una tijera de plata, luego se le debía hacer tomar la teta de una guanaca blanca, se le debían tejer escarpines de color carmesí y, por último, el padre debía nombrar, sin repetir, 20 marcas de cigarrillos mientras se sentaba desnudo sobre brasas ardientes. Una noche de cuarto menguante se escuchó por última vez al corderón; más tarde, aullidos como letanía se oyeron por toda la Patagonia, en los cuales se escuchaban las místicas palabras Saratoga, Colt y Colorado, seguidas de algunos improperios bien camperos en contra de las ovejas y la soledad.

Por último, si el niño se come los mocos, se le forma una pelota de moco indigestible en la barriga. Con el correr de los años, la bola – técnicamente, un mucobezoario – crece hasta ocupar toda la cavidad del estómago, hasta que el niño revienta asquerosamente. No obstante, al no haber casos recientes de esta dolencia, el autor de estas líneas no desaconseja la práctica de la comida de mocos, la cual, a juicio de muchos investigadores Coreanos, serviría para mantener limpia la napia y sería un comportamiento estereotipado disipador de tensiones. Los más extremistas aseguran haber hallado zonas erógenas en las narinas de algunos camioneros.

viernes, 25 de septiembre de 2009

El estanciero

Arranca la mañana en un refunfuño: el Servicio Meteorológico Nacional ha pifiado otra vez en su pronóstico – y van – y el día que se prometía nublado con lluvias y tormentas se mofa de las predicciones soleando despiadadamente los potreros. En la camioneta un tifón de aires acondicionados no le impide elaborar sus pensamientos y convencerse de que otra cosa no hubiese sido posible, tratándose los pronósticos de meras charlatanerías de empleados públicos que juntan sebo y se rascan tupido a costilla del estado, mientras él se ve en la dura hora de recorrer su estancia para verificar la normalidad de las actividades productivas. Un maíz petiso se marchita agobiado, en una pena deshidratada y estoica. El carancho, sabedor de que la seca se marida con la muerte, calla sus calores y banca el estío con gallardía de rapaz. El hombre se llega a las bebidas – oasis de concreto en medio de la reseca Pampa- y comprueba su mugrosidad y descuido, el verdor de sus aguas fétidas, el disgusto del exigente novillo que reclama agua cristalina, inodora e insípida, resistiéndose a beber ese brebaje hirviente de musgos y porquerías. Entonces nuestro señor se monta en una puteada de mil colores contra la monchada inculta que desatiende sus recomendaciones de limpieza periódica, maldice su malhadada suerte de patrón condenado a soportar la impericia brutal y el desapego genético por el trajín y el esfuerzo de la peonada asnal que mantiene a costa de su dinero, y se mete hecho una bronca ardiente en la cabina de su camioneta, donde el frío le pasma el pecho y lo cachetea cruelmente. Mala vida, injustas horas, maldito destino de estanciero; es la vida vivir en un reniego. Y llegándose al potrero de donde vuelan la granza, se apea de su cacharro último modelo y se acerca a la casilla donde están los cosecheros:- ¿Cómo viene dando? – pregunta. Espectacular – le dicen- hay partes que deben andar por arriba de los 40 quintales. Pero el éxito de la cosecha de trigo no colma ni el zapato de sus justas furias y, bajo el quemante sol que le fulmina la sesera, calcula cuanto se irá en forma de tributos, impuestos, gastos de comercialización, retenciones y la mar en coche. Ladrones sin vergüenza alguna, salteadores de oficina que arrebatan impunemente las bien habidas ganancias que le prodiga la tierra heredada de sus abuelos, para mantener vagos y matones en Buenos Aires y para riqueza de los angurrientos políticos que no conocen, como él, el calor, los vientos, el riesgo de las inversiones, la faena de lidiar la peonada.

Y terminada la cosecha, vendido el grano, el buen hombre recibe la paga: lleva en su bolsillo –porque en los bancos no confía – la plata equivalente al trabajo de décadas de sus peones, de los empleados del servicio meteorológico y de todos vago y matón de la Argentina completa. Lleva henchido el pecho y se recuerda, cuanto ama esto que hace, cuanto ama a su país, cuanto ama al campo.

martes, 8 de septiembre de 2009

La historia de Natanael y Goliath

Dado que desconozco la crónica exacta de los hechos, la que sigue es una versión libre del autor. Una versión libre y peronista de episodios que hoy pueden parecer ficticios, pero que pintan como eran los días de otro tiempo en nuestro país.

Cuadro Primero

(Una campiña verde y soleada. Se oye el trino de pájaros, vuelan mariposas de vivos colores.
Por la derecha aparece Natanael: viste pantalón de jean negro y camisa desabrochada también negra. Un largo flequillo le tapa la cara. Viene batiendo el parche de un bombo, en cuyo centro dice: “Perón vuelve - Les molesta que seamos felices”)


Natanael: (Dele que dele con el bombo) ¡Oh! ¿Qué será de los videos clubs? ¿Y qué será de los codificados? ¡Oh, ciencia tortuosa, tecnología que todo lo devoras! ¡oh, tiempo que roes mis días y los desgastas como el viento a la piedra! ¿Qué será de tantos artículos obsoletos? (suspira) ¿Qué será de mis sueños, de mis nostalgias, de mis risas y llantos de emo peronista, en estos días de barbarie y vértigo azotador? (de repente, deja de tocar el bombo y queda en silencio, expectante, intentando escuchar algo en la lejanía) Pero…¿Qué es ese sonido?

(ahora se escuchan, tenues, en la distancia, Clarines que suenan. Se van acercando. El emo los ve llegar, y por la izquierda del cuadro aparecen tres pitucos cagatintas y, atrás de ellos, el gigante Goliath)

Cagatinta 1: (Solemne, con voz finita) ¡Detente emo agitador!
Cagatinta 2: (Altanero) ¡Eso! ¡Detenete ya mismo! (aporteñándose) ¡Cortala con el bombo, pendejo!
Cagatinta 3: (tímido) Si, si, I agree. Eso, detente, stop

Natanael: (Confundido, mirá rapidamente a los cagatintas, y luego clava su mirada, cagado hasta las patas, sobre el gigante) ¿Quiénes son ustedes? (sin poder dejar de mirar al gigante) ¿En que puedo ayudarlos?

Cagatinta 1: (Solemne, profético, poético, con voz finita) ¡Lo que preguntas! Nosotros somos los dueños de todas las voces y todos los decires de esta comarca, somos el alfa y el omega de la letra impresa, los que decimos si y los que decimos no. Ah…y, ¡Claro está! Somos los Garantes de la Libertad de Opinión.
Cagatinta 2: Esato…o sea, en criollo: decimos lo que queremo y si no te gusta, te tapamo la boca de un sopapo ¿Tá?
Cagatinta 3: Exactly

Natanael (sigue duro, asustado. Pregunta, con un hilo de voz) ¿Y qué quieren de mi?

Cagatinta 1 (despliega un largo papiro, carraspea para clarificar la voz, y dice, con voz aun mas finita. Lee) Se apersona ante nosotros un individuo cuyos rasgos indican claramente que proviene de extramuros. Dice llamarse, o se hace llamar – (mirando al cagatintas 2) eso hay que ver como lo ponemos- Natanael Amenábar o bien el “emo peronista”. Asimismo, viste camisa negra, lo que indica que pertenece o se identifica con las falanges perono-fascistas. Toca un Clarín y al soplar, escupe por el mismo miguitas de choripán y exhala un fuerte olor a vino barato.

Natanael: (Cabreado) ¡Pero eso es falso!
Cagatinta 2: Má que falso nene ¡Lo dice el bando real!
Cagatinta 3: (exasperado) The Real band! The Real band!

Cagatinta 1: (prosigue la lectura) Acto seguido, se le exige que deje de tocar el Clarín y que deponga su actitud choripanil, cosa que hace (aquí abre sus ojos y mira a la platea de derecha a izquierda, en busca de complicidad), pero para tomar el Clarín e introducirlo violentamente, sin aviso ni previa salivación lubricatoria, en el ano de un vecino decente y buen pagador de impuestos que por allí pasaba.
Cagatinta 2: (Crispado, ahora adquiere un tono chacarero) ¡Jueputa! (Se avalanza sobre el emo, pero es retenido por el cagatinta 3)
Cagatinta 3: (mientras sostiene al cagatinta 2) Please, Calm, please, Don´l lose your mind

(el gigante mira todo desde atrás de los cagatintas, sin moverse ni hacer un gesto, impertérrito ante el cuadro dramático)

Natanael: Pero nada de eso es cierto… yo toco el bombo…soy peronista
Cagatinta 1: (exaltado, agita los brazos) ¡Peronista! ¡Peronista! ¡Peronista!
Cagatinta 3: (tiene un vahído y luego se desploma, soltando un aflautado pedo, este si, en el castellano más pedestre)

Natanael: Si, peronista. Y yo no tengo ningún Clarín. Y no entiendo como es que alguien ha escrito eso en un bando, si yo a ustedes ni los conozco. Ni al señor Gigante, que mucho gusto, de paso (ahora se muestra intimidado)

Cagatinta 1: Técnicamente, este bando es el bando que se leerá mañana ante el rey Imán. Cuenta lo que nosotros hemos visto (furibundo) ¡Y es su condena al ostracismo!
Cagatinta 2: (al cagatinta 3, que se levanta esforzadamente) ¿Cómo se dice ostracismo en inglés?
Cagatinta 3: Not a put idea

Cagatinta 1: (Aclaratorio) Los bandos reales dicen lo que pasa en la comarca, pero a la vez sirven de prueba y de sentencia en los juicios. Usted está incriminado y sentenciado por este bando.
Cagatinta 2: Salvo que…
Cagatinta 3: Except that…
Cagatinta 1: (Entusiasmado, con vos muy finita) ¡Nos entregue el bombo!

Natanael: (digno) No. Yo el bombo no lo entrego. Que no y que no. El bombo no lo entrego.

Cagatinta 1: (Ofuscado) ¡Habrase visto! (mira a Goliath) Estos peruca… no entienden nada. (al emo) Mire, esto es una advertencia, no querrá que tengamos que recurrir, usted sabe, al que te jedi (señala por lo bajo al gigante y susurra) Es el hombre más duro del rey Imán.

Natanael: Ya lo he dicho. No quisiera que se ofusque el señor gigante, pero yo…usted sabe…el bombo…este, es parte de la liturgia…además, no entiendo ¿No se me acusa por tener un Clarín?
Cagatinta 1: (mirando a los otros cagatintas) Estos peronchos… hay que explicarles todo. (mirando comprensivamente a Natanael) En realidad lo que nos molesta es el bombo
Natanael:……
Cagatinta 1: Decimos que nos molesta que use el Clarín…
Natanael:……
Cagatinta 1: …pero en realidad nos molesta el bombo
Natanael:…..
Cagatintas 2: ¿Qué es lo que no entendés, pibe?
Natanael: Está bien…entiendo. (decidido) Pero no les doy el bombo… ni el Clarín…ni nada.
Cagatintas 1: (ultrasolemne) Está bien, vos lo quisiste.
Cagatintas 3: You wanted it! You!
Cagatintas 1: (mirando al gigante) Goliath, proceda.


Telón

Cuadro Segundo


(El cielo se nubla, una oscuridad rotunda y escalofriante envuelve el día en un manto de noche. Rejucilos de fuego iluminan brevemente la escena. Callan los pájaros, los grillo y el emo: solo se escucha una marcha militar, tocada por un Clarín. El gigante parece despertar de pronto, mirando fijamente al emo. Los cagatintas ya no están)

Goliath: (en un bramido) Te voy a liquidar (de repente, agrega, con voz de locutor) Ahora dicen que el emo se haría reventar por un bombo

Natanael: (digno) Podrás arrebatarme todo, hasta el bombo, pero no lograrás arrebatarme el cagazo( se pone en guardia)

Goliath: ¡Arghh! ¡También tu miedo será mío! (Avanza, con el puño en alto, amenazante, y de repente, vuelve a espetar, con voz de locutor) “La lucha por la libertad de prensa causa una nueva muerte”.

Natanael: (intrigado) Pará un cacho ¿Me vas a matar a titularazos?
Goliath: Te voy a reventar. La justicia caerá sobre las hordas peronistas.
Natanael: (intrigado) ¿Eso fue otro titular?
Goliath: No, pero bien podría serlo. (Tira un golpe de puño, pero es lento, anunciado, y el emo lo esquiva)
Natanael: (mete su mano en el bolsillo y saca un boleto de colectivo, una entrada vieja de Vélez-Chacarita, un pañuelo muy llorado, un moco, y finalmente encuentra un librito de bolsillo, rojo, ajado. Lo toma en su mano derecha y apunta al Gigante) ¡Atrás!
Goliath: (consternado) ¿Qué es eso? ¿Las veinte verdades? ¿El libro rojo de Mao? ¿La constitución chavista?
Natanael: No…es el nuevo códice…
Goliath: ¿Lo qué?
Natanael: El nuevo códice de refranes, decires, publicares y charlatanerías varias. Con esto te destruiré, gigante brutal: un nuevo códice que prohíbe tus bandos mentirosos, tus falacias hechas ley. Un nuevo códice que permitirá que surjan las voces que hoy están calladas.

Goliath: (molesto, se tapa la cara) Pero ¿Quién escribió eso?
Natanael: Creo que lo escribió Derek, el mago mexicano, pero el autor oficial es el Sir Mariot, Caballero del Pueblo Peronista
Goliath: Aj…me hace mal (se tapa los ojos)
Natanael: ¡Se terminó tu impunidad!
Goliath: (aterrorizado) No ¡Ayuda! ¡Una ley mordaza de control de gigantes! ¡Llamaré a las alimañas del campo para que me ayuden!
Natanael: Y yo llamaré a mis amigos los bloggers.
Goliath: Bue…
Natanael: Bueno, si, son medio colifas pero se la bancan…
Goliath: Bue…
Natanael: Si, mejor me consigo un abogado, por las dudas que la presión popular no de resultado. (exaltado) ¡Pero Basta Goliath! ¡Tomá mierda, carajo, mierda! Tú vienes a mí con espada, lanza y jabalina; mas, yo vengo a ti en el nombre de Perón de los ejércitos... a quien tú has provocado. Perón te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te cortaré la cabeza...Y la familia peronista sabrá que Perón cumple y Evita dignifica y el Emo se mortifica; porque no existe para el Emo más que una sola clase de hombres: los que sufren (Y sorpresivamente, le sacude con el texto del nuevo códice, también llamada nueva ley de radiodifusión, que le da en el medio de la frente)
(El gigante trastabilla y cae. Al caer, levanta una gran polvareda, que cubre la escena, en ese momento el Emo se precipita sobre él y le corta el marote)

En eso, aparecen los cagatintas. Observan incrédulos la gigante caído, sin atinar a decir nada. Luego se arrodillan, de a uno, y a coro, pronuncian:

Cagatintas: (a coro) ¡En esta tierra lo mejor que tenemos es el Emo!




Telón
Fin de la obra

martes, 11 de agosto de 2009

Lennon, el gatillo fácil, la inseguridad, Yoko, el amor, el perdón y el dolor

La versión grabada en vivo, incluida en el disco de Antología “New York City”, nos recibe con la voz de John anunciando: “I’d just like to say it´s an honour and a pleasure to be here, at the Apollo, for the reason we are here. This song Yoko and I wrote is called “Atica State”.

El tema – un rock and roll con un riff movedor – tiene como elemento más saliente su letra, en la que se narra la masacre perpetrada por la policía luego de una huelga y motín de presos en la prisión de “Attica State”, New York, en el año 1971.

Los detenidos se habían sublevado reclamando en contra de las condiciones miserables en las que estaban condenados a vivir y tomaron el penal con intenciones de negociar, hasta que el gobernador Nelson Rockefeller ordenó la recuperación violenta del penal. Cuatro días después del inicio del motín, la policía utilizó como metodología para recuperar el penal una combinación de gases lacrimógenos y fuego sostenido durante dos minutos, que costó la vida de 28 presos. En el motín también murieron 10 oficiales.

La masacre de Attica State se considera el episodio más sangriento entre norteamericanos en la historia posterior a la guerra civil americana.

Lennon y Ono no dudaron en su sentencia, que parece ser la que confirma la historia:

Media blames it on the prisoners,
But the prisoners did not kill
"Rockefeller pulled the trigger"
That's what the people feel.1

Y fueron aun más lejos:

Free the prisoners, free the judges
Free all the prisoners everywhere,
All they want is truth and justice
All they need is love and care2

Esta última estrofa constituye tal vez uno de los puntos más altos de la poesía revolucionaria e idealista de Lennon y - así lo quiso John- de Ono. El amor – todo lo que todos necesitaríamos- es el que corrige; no las rejas, no los correccionales: los prisioneros deben ser liberados, en todos lados, porque lo único que puede redimirlos es el amor.

En el año 1981, la prisión de Attica State recibió un nuevo detenido: Mark David Chapman, condenado por el asesinato de John Lennon. Aun hoy Chapman sigue preso: presentó 5 pedidos de libertad condicional; todos le fueron denegados. Los abogados de Yoko Ono actuaron para impedir la libertad de Chapman cada vez que fue solicitada.

Hace unos años, Yoko declaró: “Como viuda de una persona fallecida por un acto de violencia, no sé si estoy preparada para perdonar al hombre que apretó el gatillo, estoy segura de que todas las víctimas de delitos violentos sienten como yo"

1 Los medios culpan a los prisioneros/ pero los prisioneros no mataron/ Rockefeller apretó el gatillo/ eso es lo que la gente siente

2 Liberen a los prisioneros, liberen a los jueces/ liberen a todos los prisioneros en todas partes/ todo lo que quieren es verdad y justicia, / todo lo que necesitan es amor

jueves, 30 de julio de 2009

Instantánea de un niño solo

Una manito de tonos terrosos, cuarteada de frío y olvido, de soledad callada y expectante. Una calle rabiosa -como todas las calles en estos días- haciendo y deshaciendo su farsa de artefactos de frío metal e indiferencia de producción seriada. Un niño solo mira el correr de sus días, más allá de la calle, más allá de los lugares comunes, de la poesía, de la palabra; días sin dirección ni sentido, andando a tumbos y espasmos, o días de andar sereno como brisa de mediodía.
Ojos de laguna o te con leche, donde alumbra una negrura de acertijo una pupila cerrada a las promesas y a los sueños. Niño solo: estás clavado en mi vergüenza como un puñal perpetuo y ya no quiero repetir lo repetido, volver a estrenar los mismos lamentos apesadumbrados, impostar indignaciones ajadas de tanto uso vano. Estás levantando al cielo tus días de barrilete buscando una mano pía que no sepa de egoísmos ni prejuicios. Una mano que salve tus penas y mis culpas. Y el cielo te da un gris capote de indiferencia, y mi mano es un pájaro estúpido que apenas puede garrapatear palabras, y tu mano ¡Oh, Niño! Tu mano es el sello de mi culpa, de mis miserias, mi vergüenza, mi espanto; tu mano me recuerda, entre tierra y frío, reseca, mi mano cuando niño.

lunes, 13 de julio de 2009

Roldán silvestre: boxeador amateur VI

Siento, luego existo. Aquello que enfrente mío se agita como una anguila y que difícilmente discierno entre las luces que me encandilan, el sudor que me irrita los ojos y el párpado que se me quiere cerrar en su engorde inflamatorio, me está fajando cuantiosamente, disipando prontamente todo afán filosófico: esas trompadas, ese latigazo al ijar, ese cross rompedor de mentones, no tiene otra explicación que la materialidad más llana de la trompadera. Voy a ver si lo aíslo de su dimensión espacio-temporal, voy a ver si me le adentro en su cosa en si y me le escapo a esta sucesión fenomenológica de guantazos demoledores que me hace temblar de oreja a oreja. No creo que pueda, pero voy a ver si puedo salirle al cruce con un piñón de verdades que fulmine en el aire el ente indisoluble: hombre y trompada, trompada y hombre.

Voy a la lona. O la lona viene a mí. El olor del vahído, las luces hechas una sola y ese súbito hormigueo en la nuca. Uno, dos, mirar, mirar es lo primero, ese rincón festeja, esa mujer festeja, aquel otro salta y yo sin moverme, Tres, Cuatro, arriba Roldán, arriba, por nocaut no, arriba con ese Cinco, Seis, la cuenta de protección, (si para protegerme lo que habría que hacer es sacarlo de acá a este condenado), Siete, Ocho, arriba todo se mueve, arriba se agitan vientos que soplan desde mi cabeza y me agitan como un arbolito, o se agita el mundo y yo acá, Miremé ¿Puede seguir?, Miremé, si, estoy bárbaro, bárbaro, Campana. Aire, aire, aire, esponjazo y luego fresco. Arde el mate.

miércoles, 8 de julio de 2009

El burrero

Un pedigrí es mucho más que eso: es la exacta genealogía de un instante glorioso, la concatenación misteriosa de servicios y nacimientos que da lugar a ese preciso momento inenarrable en que un corazón y un caballo galopan a un solo tiempo a trescientos metros del disco, en que cadencia y sístole ritman la victoria sacándole cinco cuerpos de ventaja a las horas tristes de ayer y, aunque en ese momento no importe, las de mañana. Por eso el burrero guarda en su memoria, como en un libro milenario, las mezclas milimétricas de cada sangre que en el alambique mágico de un útero de noble yegua originan los retoños de victorias y derrotas. A veces no importa nada ser hijo de un ganador de clásico y de una ganadora de ocho, pero eso es rápidamente olvidado y sólo de memorias dichosas se compone la mitología: nadie recuerda ese debutante prometedor que naufragó en la polla de potrillos infamando su noble ascendencia, más vale detenerse en ese pichón de crack que culmina la alineación perfecta de planetas y destinos arrasando sobre la pista a los plebeyos que rellenaron las gateras. El burrero hincha el pecho y aprieta los boletos. Son pocos mangos, pero eso importa poco, ya que lo importante es darle cierre a esa ecuación gestada entre maníes y cervezas en la mesa de algún bar, leyendo los nacimientos de algún haras del país o analizando la composición de la sexta carrera de cualquier martes de cualquier agosto. Lo trascendente es que hubo, en esa mezcla de ganadores, un potrillo nacido con inexplicables ganas de ganar, fastidioso con los que intentaron hacerle sombra, amigo y no víctima de la fusta, potrillo volador, divino crack; padre precoz de adrenérgicas palpitaciones, justificadoras de miles de existencias humanas.

martes, 7 de julio de 2009

Roldán silvestre: boxeador amateur V

Tercer round

¿Por qué peleás?
¿Por qué peleo?

Si, digo: ¿Por qué elegiste ser boxeador?
Que se yo… no sé…me gustaba

¿Qué te gustaba?
……………………….

Digo ¿Qué te gustaba: pegar, que te pegaran, pelear? ¿O lo que te gustaba era llegar a ser boxeador? ¿Qué era lo que te gustaba?
………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………...

¿Te gustaba ver el dolor del otro? ¿Te daba placer?
mmmm…No…no

¿Te gustaba pegar? ¿Te gustaba pegarle al otro?
Si…que se yo…si…bah, no se…

¿Te gustaban las piñas? Entonces bancate este uno dos, bancate ese castigo al hígado, bancate el uppercut ¿Me oís? á-percat…A´-percat
…………………………………………cintura, cintura, salí Roldán, salí de ahí………

Ok, ¿Lo dejamos acá? Nos vemos la semana que viene
Y si doctora, va a ser mejor…porque si no me meto en la pelea este me termina matando.

lunes, 22 de junio de 2009

Roldán silvestre: boxeador amateur IV

Segundo round

El turco Lima me lo dijo: este deporte es muy ingrato. No le di bola, yo era muy joven y tenía fe. Ojo que busca el pleso solar. Los golpes, cuando llegás a tu casa no tenés ni ganas de coger ¿Y para qué, decime? Si, así me dijo el turco en el negocio del Hugo, pero yo era un violín por esos días, tenía resortes en las piernas, tenía un fierro en la derecha. Movete, movete, salí de ahí, salí de ahí…salí de ahí, carajo. Deporte ingrato, y yo ni carajo sabía que lo que era la ingratez. Pero el turco Lima dicen que era bueno, que pegaba como un burro, dicen que una vez lo hizo dar dos vueltas antes de caer a mortadela Buschi, dicen que tenía un apercá que te aflojaba las muelas. Sacá la mano, sacá la izquierda, sacá la izquierda. Y ahora entiendo a fuerza de trompadas, con el hígado hecho bolsa (me busca el pleso solar el hijo de puta). Deporte ingrato. Sacá la izquierda. Pistón, pistón, pistón; nada, ni la tos le hace al hijo de puta; que deporte ingrato. Sacá la izquierda ¡Sacá la derecha carajo!. Uh, la mano boleada. Sacá la cara Roldán, sacá la cara. Deporte ingrato este.

miércoles, 17 de junio de 2009

Roldán silvestre: boxeador amateur III

Primer round

Va hacia el centro del ring y mientras marcha, pone guardia en alto. Tira una izquierda apresurada y siente correrle por el cuello una gota de sudor. Apresurado jab que el contrincante – frontal, macizo, toro toro- ni se esfuerza en esquivar. De ahí en adelante, no me acuerdo; lo que se es que cobró, y tupido. Y claro, le entraban mucho por abajo, un petiso que complicaba con manos curvas y con ganas de pegar, como si de chiquito no hubiera sido feliz el muy condenado, le pegaba al pobrecito este, que daba un poco de amnesia. Y cuando podía, zacate, le cruzaba la mano voleada y era un espanto de ruido ese chasquido de mentón o moflete estrolado contra el guante; un paf o un chas o un pach, una explosión de cara reventada a trompadas. Al final, empezó a salir, y para qué: lo llevaba como un changuito de acá para allá, a trompada limpia contra cuerdas y rincones. Pero ya te digo, mucho no me acuerdo; lo que se es que cobró.

miércoles, 10 de junio de 2009

Roldán silvestre: boxeador amateur II

Entrada al ringside

Dale pibe, andá tranquilo, acordate: vos en el centro, una medialuna, para acá, para allá, pum, pum, pum, lo punteás con la izquierda, el jab ¿me oís? vos sos mas largo, aprovechá tu alcance, el jab, el jab, escuchá: la izquierda es un pistón, va y viene.
-¿Un qué?
-Un pistón, dejá: pum, pum, pum, no lo dejés llegar. Si se te viene, hacela corta ¿me oís? no entrés en esa. Y cuando puedas: pum, ¡pum! metés la derecha, la derecha es un mazazo.
-Tranqui pibe, tranqui pibe,
y me fuma en la oreja
el hijo de puta me va a quemar
cuanta gente
qué calor
qué masaje de mierda.
Allá está Irma
No le puedo fallar
Aplaudan hijos de puta.
Que escote se puso la muy puta

En rincón derecho, pesando 59 kilos trescientos, el crédito de Villa Torito: Carrrrloooos “la Cobra” Peeeeeeraaltaa. En el rincón izquierdo, con un peso de 58 kilos 950 gramos, de pantalón azul, oriundo de barrio Juan Domingo Perón: Roldán “el motochorro” Viiiilleeeegaaaas
Silvestre, hijo de puta, Silvestre

Aplauso graneado. Guardia en alto y ahí nomás, para que vea la gilada: pistón, pistón y mazazo, pistón mazazo pistón cross y apercá, y bailecito bailecito pistón cross apercá.
Tranqui pibe, Tranqui

domingo, 7 de junio de 2009

Roldán silvestre: boxeador amateur

Previa del debut


Nunca imaginó que aquel momento trascendente pudiese encontrarlo sentado en el apuro de un inodoro. Cuarta vez en media hora; vísceras imperativas. El humo de los puchos y el rumor de las voces del gimnasio se filtraban por el ventiluz. Podía oír nítidamente la conversación de dos hombres acerca de la pelea de fondo: cierto desapego del campeón por el gimnasio, minas que quitan piernas, la noche, viste. -Las empanadas de anoche- piensa sentado y transpira. Tira manos al aire y puja. Ya está mejor, a levantarse y volver a vendarse. (Sacame los guantes, cortame las vendas ¡Cortá todo, te digo, dale!) Inimaginables instantes en la previa de un debut.
Lo olvidaba: vestuario, calor insoportable, humedad y penumbra, humo de cigarro, mentol y sudor, nervios de Roldán Villegas, boxeador amateur, listo para salir al ringside.

viernes, 5 de junio de 2009

Buenos Aires

Buenos Aires,
ciudad gringa,
me tuvo muy apretado:
Drugstores y Shopping Centers,
Café espresso e insalata
Resto-gourmets
and sales

For sale:
Portero enfundado en botas de goma
manguereando la lacia vereda del fálico building
erección de mil sueños decapitados

Blondas just doing footing
(but actually escaping del tiempo y la pena)
a zurdo batiente
entre miedo y anhelanzas

Sexagenarias de revocada epidermis
a la rastra de elegantísimos Bouviers de Berna,
(que retropalan corpulentos óbolos
firmes y saludables)
Gordos cebados a polenta y albóndiga
atados a lanudos caniches toy
de spray y peluquería
(con sus finísimas cintillas fecales
embolsadas prontamente
como para gift)
Mucamas de uniforme o de museo
paseando fruncidos Shar Peis
(que ventean la bosta ajena
con envidia de constreñidos)

Fauna metálica:
Cartagineses afiliados a la UTA
ensayan su cotidiana proeza
de guiar acerados elefantes
de estrépito resoplante
por las insólitas calles
de la contraarquitectura
Leones aurinegros
a las vueltas en su jaula de barrotes invisibles
buscando presas para devorar
Gacelas como ciclomotores
Y el subte como un crótalo
chirriante fierro
bajo el pie opresivo del hormigón
maldiciendo la condena
a la perpetua luz eléctrica del tártaro suburbano


Claro: monos pedestres fuman y fuman
Clarines dictan mañanas y discusiones
crímenes de elotroladolandia
Gestos pitucos, narices largas,
nobleza de chequera y credit card,
economía y negocios entre rouge
y pelados ociosos.

Algún tête noir revolviendo
la negra bolsa
paradójica colectivización
de basuras individuales

Palomas europeas
en eterno saludo
alerta instintivo e inútil
plumas de asfalto y ceniza de pucho
patitas de sangre
cuello de tornasoles verdes
pidiendo en silencio
dedos piadosos en caricias

Botón ensobrado en
Chaleco naranja fosforecente
holandés que no salta
perdido en el tiempo
relojeante de su soledad
vigilante de su nostalgia conurbana
trenzándose los canutos
entre las costuras del bolsillo roto
haciendo una figura que
sería envidia del mismísimo López Osornio

viernes, 17 de abril de 2009

3 borgianos

Eran días en los que la vida era jodidamente Borges: leía sus páginas de gloria inefable (¡ Odiaste este calificativo, viejo carcamán!) mientras mi gobierno peronista era atacado por la laya inmunda de los oligarcas que raramente lo leen y prontamente lo aman, apenas por el confuso mérito de haber sido gorila. Escribí estos textos con afán plagiario; negarlo sería tan estúpido como obcecarme en negar mi pobreza literaria.
Amo al gorila Borges; si no existiese un Marechal contrapuesto, yo no sería peronista; su contundencia "supra naturae" concita mi respeto perpetuo. Siento que prologo innecesariamente; los invito a leer mis tres tristes y trémulos tratados borgeanos:


miércoles 2 de julio de 2008, EL MOSCARDON Y LA PALABRA

El aleph: la divina percepción

Misérrimos los días de nuestro conocimiento. Condenado todo apronte de indagación metafísica a la categoría de vanidad literaria, nos apura el vicio de conocer detalles irrelevantes del mundo fenomenológico y realizar precisas cuantificaciones de lo prescindible, sin preocuparnos lo suficiente de las cuestiones elementales y primeras. El origen del todo -verbigracia: el Universo- ya no reposa en la profética enunciación de iluminados; se ha despeñado al poco agraciado terreno de la ciencia, que, con su bagaje de métodos e impotencias, arruina la belleza y propone el fárrago. Hoy no me espantaría si al preguntar a cualquier parroquiano -si llegara el improbable caso de indagar en torno de estas cuestiones – sobre la cuestión del origen del Universo, alguno gambeteara los increíbles argumentos teogénicos para espetarme la incomprensible posibilidad de una explosión primaria, que una contravenida descalificación, involuntaria y didácticamente, bautizó para siempre como big bang.Si he de aceptar mis limitaciones de lego, al menos tengo para mí que los sabetanto que descollan con ecuaciones y modelos y que se postulan capaces de desglosar el orbe, comparten conmigo la imposibilidad de imaginar lo que ellos mismos proponen: la cacofónica teoría remite a un inicio universal -fortuito y finito- a partir de una singularidad espacio-temporal inadmisiblemente densa. Es decir: un concentrado, denso y caliente, de la totalidad del espacio y tiempo del universo. Si enrolara de evaluador o inquisidor, demandaría: grafíquelo o, mas indulgentemente, siquiera explíquemelo. Descuento que no podrían convencerme.Culpable de su incapacidad sería su natural -humana- prisión perceptiva o, tal vez, el tal Immanuel Kant. ¿Cómo concebir fenómenos fuera del espacio, fuera de la sucesión o la simultaneidad en el tiempo? ¿Cómo -¡Oh, mortales!, podemos imaginar algún elemento sensible fuera de esta regla, de esta limitación, de esta necesidad? No hay forma.Indaguemos: la figura de una materia elemental (que es mas que eso, pues es, a su vez, el tiempo) que existe, antes del todo y entonces en la nada; antes del tiempo, y entonces... ¿en qué? ¿El todo contenido en un infinitesimal rincón de la nada, a la azarosa espera de una divina voluntad dinamitera? (perdone el lector mi exabrupto; busca, mi ignorante angustia, reposo en calmas celestiales).La “imagen” es, cual ninguna, inasible. Así lo entendió Borges (quien desconoció sabiamente la grandilocuencia cientificista) y, a pesar de la reconocida imposibilidad, arremetió con un cuento que transcurre en Buenos Aires y que añora inmortalidad: El Aleph, “el lugar donde están, sin confundirse, todos los lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos”. Me interesa mucho menos bravatear contra los físicos y astrónomos que proponen el big bang, que evocar la calidez de estas páginas fantásticas. El Aleph, perdido por una precisa voluntad de azares en el sótano de una vieja casa, desespera (burla) al pobre escritor: “¿Como transmitir a los otros el infinito Aleph, que mi temerosa memoria apenas abraca?” y, sobre todo: “... el problema central es irresoluble: la enumeración, siquiera parcial, de un conjunto infinito. En ese gigantesco instante, he visto millones de actos deleitables o atroces; ninguno me asombró como el hecho de que todos ocuparan el mismo punto, sin superposición ni transparencia. Lo que vieron mis ojos fue simultáneo, lo que transcribiré, sucesivo, porque el lenguaje lo es.” Me atrevo a proponer que la aclaración de imposibilidades bien podría ser obviada; antes que nada: todos los hombres somos bien Kantianos, Borges era un hombre; luego: ni él ni nadie podría, con la rudimentaria y humana palabra, hacernos concebir el infinito del tiempo y el espacio, la eternidad y el universo .El Aleph o aquella singularidad espacio-temporal primera, son una visión reservada únicamente a los Dioses, aquellos que, inmortales y sobrehumanos, escapan a la cárcel espacio-temporal de la percepción y logran ver el todo sin sucesión ni simultaneidad ni distribución ni relaciones: El todo pasado y presente y el eterno porvenir; todo lo que ocurre u ocurrirá, y también lo que se trunca por una causalidad de efecto imperceptible. La percepción desde todos los ángulos y desde ninguno. El descubrimiento ya no del fenómeno, si no de la cosa en si misma (¡Inconcebible noúmeno!) que nos está vedado a los imperfectos mortales. De allí que descarto los esfuerzos de científicos y perdono a Borges y exijo indulgencia con este confuso dislate: me he puesto a husmear los aromas de la fruta prohibida, la que no probará mi boca.

miércoles 25 de junio de 2008, EL MOSCARDON Y LA PALABRA

El Universo: símbolo de la biblioteca

Borges imaginó una imposible biblioteca. A falta de alegatos mejores (ningún mortal los encontraría), decidió equipararla al Universo. En aras de rigurosa certeza, usar una denominación o la otra, es lo mismo. La Biblioteca estaba compuesta por un número indefinido - tal vez infinito- de galerías hexagonales. “La biblioteca es una esfera cuyo centro cabal es cualquier hexágono, cuya circunferencia es inaccesible”, escribe Borges. Ergo: la Biblioteca (o el Universo) son infinitos en su extensión espacial. El centro de lo infinito es cualquier punto o ninguno; su límite, lo inaccesible, lo imposible. E infinita es su existencia temporal, aquello para lo que existe el inasible vocablo “eternidad” (“La Biblioteca existe ab aeterno”). Sin principio entonces; sin principio ella ni su Dios creador.Una confesión previa (Historia de la eternidad, 1936) nos permite entender mejor al autor (acaso un Dios detrás del Dios que alumbró la Biblioteca): “Yo suelo regresar eternamente al eterno regreso…” Y eso es lo que hace al proponer la condición de que el número de símbolos ortográficos presentes en los libros se limita a 25: las 22 letras del alfabeto, el espacio, el punto y la coma. De resultas de esto - y del hecho de que en la Biblioteca no hay dos volúmenes idénticos- se llega a la conclusión de que la biblioteca contiene “un número vastísimo, pero no infinito” de combinaciones. Cómo en el Universo condenado a repetición de Pitágoras o de Nietzche o –lícitamente- de Borges. Una brillante solución se ofrece a nuestro goce: “Digo que no es ilógico pensar que el mundo es infinito. Quienes lo juzgan limitado, postulan que en lugares remotos los corredores y escaleras y hexágonos pueden inconcebiblemente cesar – lo cual es absurdo-. Quienes lo imaginan sin límites, olvidan que los tiene el número posible de libros. Yo me atrevo a insinuar esta solución del antiguo problema: La biblioteca es ilimitada y periódica. Si un eterno viajero la atravesara en cualquier dirección, comprobaría al cabo de los siglos que los mismos volúmenes se repiten en el mismo desorden (que, repetido, sería un orden: el Orden).”


Someday...

Acerca de la realidad y el universo , EL MOSCARDON Y LA PALABRA

Asumamos la realidad material del entorno que percibimos, es decir: asumamos que nuestra percepción de la materia refleja algo real; seamos, al menos como ejercicio intelectual, materialistas. Ahora bien: cumplida la condición exigida a priori, analicemos la cuestión del tiempo. Aceptemos las tres caras del fenómeno tiempo: pasado, presente y futuro. No puede hablarse de otras instancias según nuestra percepción del tiempo. Analicemos su existencia y veremos rápidamente lo siguiente.1) El pasado es lo que fue, es decir: no es. En todo caso, simplificando, ya no es: si fue y porque fue, definitivamente no es; no existe más que en nuestra memoria, y nuestros recuerdos no pueden ser considerados nunca como entes materiales.2) El futuro es lo que será, es decir: no es. Si será, es porque no es, no existe, digamos que todavía. Y la verdad es que, a menos que creamos que existe veracidad en aquello de que existe un destino y una historia predeterminada (cuestión del todo absurda), debemos asumir que el futuro no es y no es y no es.3) Sólo queda el presente, el tiempo verbal ayuda: el presente es lo único que es. Sigamos aceptando condiciones: el tiempo es infinito. Y como toda serie infinita, es dable de dividirse en infinitas partes, y cada una de las partes resultantes es a su vez divisible en infinitas partes. Ejemplo: tomemos un “segmento” de tiempo, pongamos que una hora. Esta es divisible en 60 minutos, y cada minuto en 60 segundos, y cada segundo en 10 décimas de segundo, y cada décima en 10 centésimas y si queremos podemos seguir, hasta la millonésima, billonésima… así hasta la infinitésima fracción de tiempo.Una fracción infinitesimal: eso es el presente, eso es lo único cierto. El resto queda de un lado o de otro; terreno de ficciones, recuerdo o imaginación, terreno de inexistencia.Es probable que esta hipótesis no sea mía y provenga de lecturas pasadas, cuyo origen no puedo precisar. En todo caso, me valdré del argumento Cartesiano que reza: “No se puede imaginar nada, por extraño e increíble que sea, que no haya sido dicho por algún filósofo.”Y, puesto en negar la posibilidad de cualquier idea original, creo que tampoco puede imaginarse que ninguna de las interpretaciones, percepciones e ideas de los filósofos no haya sido antes pensada por algún hombre cualquiera, en un lugar cualquiera de un tiempo cualquiera.

sábado, 28 de marzo de 2009

El Dogo Argentino

Un muchachote de pelo en cepillo acaricia los marmóreos pectorales blancos, firmes y estilizados como dos bondiolas a punto, de un soberbio perro cazador. Recorre con sus yemas el imponente dispositivo compresor temporo-mandibular y echa una mirada, entre lagrimitas de emoción que le nublan la imagen, a las ebúrneas muelas carniceras quebrantahuesos y a cuatro colmillos afilados como dos sables castrenses. -Habría que tatuarle un Oíd Mortales en el lomo- piensa, mientras disfruta de la imagen acabada del milagro de la eugenesia canina: años de selección estricta y puntillosa, materializados en un argentinísimo dogo argentino. El orgullo del muchacho es un océano bullente de imágenes celestes y blancas, y en todas galopa, atléticamente y en cámara lenta, con marcial música de fanfarria, su perro. En la fría estepa patagónica, cortando vientos y humillando hielos; en el impenetrable chaqueño, despedazando un autóctono tapir que ha tumbado; en las Islas Malvinas, sometiendo a cobardes Shetland Collies; en el caldenal pampeano, venteando un inmenso Puma, azote subversivo de sumisas, carriadas y cascarrientas majadas. En cada confín del inmenso territorio, va como pintado por Dios el perrazo nacional: con los ojos mongoloides del originario habitante pero con la absoluta blancura europea e inmigrante, con sus orejas prudentemente disciplinadas a tijeretazos cercenadores, con su atenta cara de estúpido y su nariz agitando el éter con rítmicas exhalaciones húmedas. Poco importan los miles de cachorritos que se ahogaron en palanganas o en bolsas de nailon por el mero hecho de presentar una manchita, un leve prognatismo, un tamaño no acorde al orgullo nacional: allí esta la blanca bestia de nuestra identidad y hay que adorarla. Así se hace Patria, así se hace la raza- piensa el muchachote: algunos quedan en el camino, eso es lo inevitable y, también, lo deseable.

jueves, 12 de marzo de 2009

El Martín Fierro con tapas de cuero

Todavía llevaba sus narinas irritadas por el amoniacal vapor del orín ovino, sorprendidas por el verde aroma de la alfalfa enfardada, cuando se le mezcló el argentinísimo humito de un regio bife de chorizo de seis centímetros de espesor: entonces Doña Virerda se sintió campo y pampa, potranca redomona galopando la historia, surcando el infinito con sus patricias crines al viento. Miró los carpinchos hechos bota, las péndulas bolas piriformes de un toro Simmental de dos dientes, la robusta solidez del acerado tractor y las hermosas tapas de cuero de la joya literaria: un Martín Fierro. Adivinó su costosa apropiación y echó una rápida mirada en su flaca billetera; tal vez la vergüenza por su medianía económica -en ese mundo de exposición rural y Palermo y caballos de polo y rostros curtidos de soles y camas solares- la conminó a comprarlo sin dubitaciones. Henchida de orgullo con la adquisición, lo llevó a su casa y le buscó asiento hegemónico en una biblioteca de la sala. Más tarde comprendió que quedaba tan bello, tan elegante y orondo, que la compañía de una Biblia de bolsillo era indigna para la prenda preciosa. Entonces quedó sólo en medio de un estante, apenas rodeado por una estatuita de barro hecha en Catamarca y un mortero en miniatura de bronce. Como un mero adorno coriáceo, el Martín Fierro de edición de lujo enmarcaba la sala de patriotismo y tradición ¡Minuciosa labor la de pasar plumeros y lustrar los muebles sin ofender al telúrico tesoro! Más de una tarde se descubrió recorriendo el lomo del titán dormido con su furtivo dedo enamorado. Soñó con él en una ocasión: ella estaba en el altar de la iglesia de la mano del libro y un elegante cardenal cubierto por una hermosa capa afiligranada los declaraba -en nombre de Dios, la Patria y la sociedad bien- marido y mujer. Entonces ella lo abría y era hermoso hasta lo divino. Se amaron acaloradamente hasta que doña Virerda despertó nadando en sudor en su cuartito de Almagro. Doña Virerda nunca leyó una página: tal vez por eso aquella tarde -años después de la compra del libro- en que el plomero vio el libro en la estantería y se quiso pasar de piola recitando que los hermanos sean unidos porque esa es la ley primera, Doña Virerda pensó que estaba refiriéndose a su hermana la de Padua, con la que hacía siete años que no se hablaba (y ella sabía muy bien porque), y sin perder su elegancia –aun cuando la castigaban dura y arteramente las almorranas- despachó al mocoso por la puerta, encomendándole no meterse donde no lo llamaban e irse a cagar prontamente. Y la otra tarde, cuando uno de estos literatos zurdos que nunca faltan dijo por la tele que Martín Fierro era el gaucho pobre, vago y rebelde que resistía el asedio y la persecución del capitalismo triunfante en la estepa pampeana, a Doña Virerda le dio como un vahído, se le escapó un aflautado pedo y -entre nauseas y calores- maldijo la mala hora en que dejan entrar a esos mequetrefes a las Universidades, siendo que solo les interesa romper los huevos, joder la vida y hablar de política.

jueves, 5 de marzo de 2009

El problema de la inseguridad

Un comerciante del Barrio de Belgrano percibe un ingreso mensual neto de 7000 pesos. Si gasta 1000 pesos al mes en la educación de sus hijos, 2500 en gastos asociados a la manutención de su familia -incluyendo impuestos, servicios y alimentos- 950 pesos al mes en combustible para sus tres autos que son “la sensación de la libertad”, “el fin de las barreras” y “la luz del futuro”, 500 pesos al mes en ropas y calzados que son el “placer de existir”, “la decisión es lo que vale”, “actitud dominancia” y “élégance et glamour” ; si el comerciante habita una casa amplia, 350 m2, 5 habitac., 3 baños, liv.room, comedor, piscina y jardín; si mientras tanto/ por las calles/ yira y yira un mocoso /que se acerca esperanzado/ en los residuos a hurgar// y entonces desde la casa /amplia, hermosa y elegante/ le señalan que se pire/ si es que no quiere cobrar/ y acabar en un juzgado/ donde le van a enseñar, y el mocoso se retira raudamente de la escena y finaliza el primer acto, y si, exactamente diez años después, a las 9 horas de un viernes, un automóvil parte desde una villa de emergencia a una velocidad de 90 km/h en un movimiento que suponemos uniforme con dirección al Barrio de Belgrano, lugar al cual llega a las 10:23, momento en el cual el cielo está parcialmente nublado, sopla viento leve del sector noreste y la temperatura es de 20 grados centígrados, y si inmediatamente luego de producido el arribo, un individuo del sexo masculino de aproximadamente 1,70 m de altura, tez oscura y cabello negro, en claro estado de ebriedad y/o bajo el efecto de estupefacientes, desciende del vehículo y se dirige hacia a un local comercial sito en la calle Sarmiento 238, donde con la aparente intención de apropiarse del dinero recaudado procede a extraer un arma de fuego calibre 38 y apunta al comerciante y, ante la resistencia de este último a que se le extraiga lo que honestamente ganó con el sudor de su frente, efectúa un disparo a quemarropa con orificio de entrada a nivel de la región xifoidea y orificio de salida de 5 centímetros de diámetro a nivel de la región lumbar, que produce en la víctima un cuadro hiperagudo de apnea, cuantiosa hemorragia, shock, desvanecimiento y decúbito dorsal estrepitoso, correspondiente con una muerte súbita asociada al ingreso de un bolo cilíndrico de aquel elemento químico y metal pesado, dúctil, maleable, blando, fusible, de color gris ligeramente azulado, cuyo símbolo químico es Pb, su número atómico 82 y su peso atómico 207 .
Calcule: a) las probabilidades de que usted hubiese sido cualquiera de esos dos individuos, b) que diremos, c) que no diremos, d) hacia donde miraremos.

martes, 3 de marzo de 2009

Cotidiana II : el niño del colectivo

Un pequeño fanfarrón de no más de tres años se agita como una anguila en los brazos de su padre. Se convulsiona sin motivo, como si buscara escapar -el muy ingrato- del trono de amor que su padre le prodiga. Siguiendo los dictados de quien sabe que elucubración de su incomprensible cabecita, detiene su loca y errante mirada sobre mi pie. Asciende su mirar por mis piernas hasta mi pecho, y luego se detiene sobre mis ojos. Incómodo, casi molesto por la inquisición y el escrutinio del serio infante, le sonrío. Me sonríe brevemente y vuelve de inmediato a la seriedad, sin dejar de mirarme. Entonces me esfuerzo en una sonrisa mas amplia, menos auténtica pero mas elocuente, una morisqueta ridícula que pretende ser graciosa, a la que el demoñito responde con indiferencia, retirando su mirada y clavándola en gesto de incógnita sobre mi novia. Ella tarda en percibirlo apenas unos segundos: ese sexto sentido o resabio evolutivo que permite percibir la mirada inquisidora de otro ubicado más allá de nuestro campo visual hace que mi novia dirija su mirada al niño, y el instinto maternal la obliga a sonreírle. Él parece darse cuenta de que nos tiene en sus manos, entonces alterna miradas exigente y pretenciosa entre mi novia y yo, forzándonos a muecas simpáticas e impostadas. De repente es rey de la escena, tirano, déspota. Recorre las butacas, ya todos lo miran, le sonríen, le prometen simpatía, le regalan notorios esfuerzos con tal de verlo reír, pero él lo hace sólo esporádicamente. Entonces se agita mas en los brazos de su padre – que desconoce que nosotros nos desvivimos por entretener a su hijo- y balbucea, entre filantes brillos de baba, un da da da que precede a un grito atávico y agudo que expresa –lo entiende, ahora, todo el pasaje- descontento con sus bufones. Me posee una incomodidad tremenda, insoportable, y muevo mis manos tratando de atraer su atención. Una vieja de un asiento individual, cuyo rostro jamás podría prometer dulzura, sonríe y mueve también su huesuda mano de afilados dedos ungulados: trata de estropear mi protagonismo. Afortunadamente, el niño la mira con desprecio. Una maestra hace chasquear sus dedos, una idiota chista al niño como si se tratase de un caballo. De repente, todos competimos por la atención del pequeño tiranuelo: un albañil esconde su cara tras sus manos y la muestra repentinamente a la voz de “acatá”. Esto arranca una risita al niñito; el albañil supone alcanzada la gloria y la fórmula, porque repite el modo hasta convertirlo en un bodrio. Tres pibas cantan para el niño una estúpida canción de la tele, lo que hace que el chofer y un ciego que está sentado adelante delaten su pertenencia a otra generación y entonen una de María Elena Walsh para taparlas. Los asientos son vitrina de mil morisquetas diversas y patéticas. Entonces una señora mayor, muy paqueta, se levanta de su asiento y suelta un bailecito ridículo, improvisado, ante la mirada atónita del niño y del resto del pasaje. Harto del espectáculo, el niño lleva su mirada a su propia manito, que ahora le parece apasionante y novedosa como para reconcentrar su atención en ella y mandarnos a todos al diablo, incluida la estúpida que baila sin gracia ni tino para él. Entonces todos la miramos en una amonestación colectiva, inculpándola. La vieja descubre su error imperdonable y baja raudamente en la parada siguiente.

sábado, 28 de febrero de 2009

Textorragia I

Huergo, sentado en una sucia y grasienta mesa de "El Ramplón”, garabatea en una servilleta:

Ser o no ser, esa es la cuestión, ahora y siempre. Lo que voy a decir no pretende acreditar la más remota erudición: ya ni me acuerdo como era ni por qué Hamlet decía ser o no ser. No me importa Shakespeare; lo respeto, fue un buen escritor y yo no lo niego, pero ahora me importa un soto. Me importa esa frase que nos llega tan vacua como “en-un-lugar-de-la-mancha-de-cuyo-nombre-no-quiero-acordarme” o “aquí-me pongo-a-cantar-al-compás-de-la-vigüela”. Me importa la frase: ser o no ser. Tal vez Hamlet o Shakespeare -queseyó- no quisieron decir más que eso, no pretendían otra cosa que provocarme este espasmo, esta catarsis que me lleva a pensar el asuntejo: en estos días, ser o no ser ¡Qué cuestión, hermano!
Hay mil formas de no ser... ¡Qué digo! Carajo: hay infinitas formas de no ser. No ser es guardarse un puñado de arena en la mano, meterse abajo de las cobijas, mirar para el costado y silbar. No ser es fácil, elemental, espontáneo. Es no ser y punto, andar por ahí, pedo perdido en el éter, ni fu ni fá, yo no sé: “yo argentino”, ¿yo? ¿a mi? no sé, no soy. Pero ser, hermanito, ser: esa es la cuestión. Ahora que lo pienso, que me reviento la sesera en el pensamiento profundo del asunto, Shakespeare o Hamlet anduvieron cerca, pero pifiaron. Queseyó, capaz-que-en-esos-tiempos, la cuestión era ser o no ser. Ahora no ser es común, es moneda de cinco, es anotarse 12 al 4 o tacharse la doble. Perdón por la demora: el asunto es ser.
Ser, en tiempos de posmodernismo o de modernismo tardío, es apuesta que se paga con mucho menos que la vida. En general se sobrevive a una decisión existencial errada y, por lo tanto, es raro adjudicarse algún postrer reconocimiento por el hecho de chingar la dirección de ser. Un suponer: no hay más épica. Ser es inversión vital de alto riesgo. Los jovencitos –los posmos - dicen jugarse: yo digo ser, paráfrasis Shakesperiana, oíme bien. Ser es jugarse, si querés aggiornarlo para esos jóvenes que demandan faroles intelectuales. Ser o jugarse en estos días es asunto de riesgo, pues no hay épica posible; hay alta probabilidad de papelón, de error. Entonces, al que se decide a ser o ser (el que se juega por ser algo) y yerra, le toca salir con las pilchas mojadas del charco del error justo por el túnel que da a la cabecera donde está la hinchada de los que eligieron no ser. Y suele abundar la mirada condenatoria, la rastrera circulación de rumores dilapidantes, el chusmerío y el yo-sabía, no había que ser, no habría que haber sido, habría que no haber sido entonces para poder llegar a ser mañana, si dios hubiera querido.

miércoles, 25 de febrero de 2009

24 de febrero

Oíd mortales
el grito callado
del obrero torneando alboradas
Oíd el ruido
de abiertas tranqueras
y de sueños galope en tropel

Ved en trono
plebeya igualdad
y que el pecho bellísimo abrieron
las barriadas humildes del sur
ved la marcha
y el brillo que ciega
de pupilas ardidas de sol

Oíd el grito
del corazón
que a su marcha todo hace temblar
Ved
a sus descalzos pies
el furioso león opresor
prometiendo volver a zaherir

Y dile a aquellos
que coronados
de gloria y futuro
murieron
para que reinase en el pueblo
el amor y la igualdad
que juramos
pelear
con gloria
vivir
con gloria
morir
con gloria
amar

viernes, 20 de febrero de 2009

Nace el poema (*)

Desde ese suburbio oscuro impúdico
de mi perfumada humanidad
donde mi límbica animalidad opina
y dice
Mi eropsiquis repleta de huéspedes
Con visceral y pudenda voz
la parte baja que ofende mi consciencia
dice y dice y nunca calla

yo transcribo

O del fecundo vientre
de la esquiva y amada Calíope
donde crece esa melífera gota
de néctar de higos otoñales concebida
Nace una rosa espinada y rosa
aromada de amor sueños nostalgia
Bella como labios adolescentes
Y yo, por no poder besarla
a causa de espinas y distancias

escribo

O del trigo que cosechan mis ojos y mis días
nace el tibio ratón espontáneo
de caprichosa palabra constituido
Pequeño como una lágrima de pelo y letras
descolgándose de mi mano
suave o inquieto o turbulento
y a veces furia

para que yo lo escriba


O de la fría y meditada operación matemática
que Poe develó
hecha de cuidadosa métrica y
rítmica rima
De pasos coordinados
acompasada armonía
se erige el frágil atalaya de naipes
Salomónico o humilde
templo adorado
de palabras

que escribo


¿De donde nace la brutal
la cándida la torpe
la nueva y virgen palabra
que imperceptiblemente se mueve
en su blando esqueleto de letras?
Insecto sin cáscara
esperando
ser tinta inmortal o
fugaz y olvidada confesión y promesa
destinada al fuego
fugaz y eterno fuego
La palabra que me cifra
Mi escrita voz
Mi escrito yo
Mi clave

que hoy escribo


(*) título tentativo


Poema de inspiración Girondiana.
Balcarce, mayo o junio de 2008...tal vez abril

miércoles, 18 de febrero de 2009

Cotidianas o ”Dos teorías en torno de un vaso de agua posado sobre una mesa una tarde calurosa de un domingo de febrero”

Lucía sostiene una visión que denomina “cierta”, mientras que Octavio se inclina por concepciones que denomina “físicas”. Ambas, a mi criterio, son igualmente respetables, aunque Octavio no opina lo mismo y su rostro no oculta un fondo de desdén con esencia de furia, una pizca. Lo cierto es que la visión “cierta”, de Lucía, propone que la gradual aparición de burbujitas en las paredes del vaso con agua son la resulta obvia de la atracción y chupado de “malas ondas y energías negativas, estreses y leches agrias” (sic) que abundan en el universo. Aclara que tal fenómeno es inevitable en todo espacio en el que habiten seres humanos, aunque advierte que la actitud de Octavio, que cataloga de un “tanto soberbia y braguetirrostra” (sic), ayuda al pronto cuajado de globitos que se agitan temblorosos en las paredes del vaso, creciendo para desprenderse en una caída “contragravitacional” (sic) y perderse en el éter. Octavio propone una teoría un tanto crédula aunque apasionante: en realidad las burbujas no procederían de los ánimos ni del exterior siquiera, si no que serían gases, fundamentalmente el “ubicuo oxígeno” (sic), que estarían disueltos en forma invisible en el líquido y que con el correr del tiempo y la colaboración de la temperatura irían coaligándose y juntándose hasta hacerse visibles y luego se abrazarían, se despedirían sin solemnidades ni grandilocuencia (no sic) y se desprenderían camino al éter también y bueno, a partir de este punto no hay diferencia; ver teoría “cierta”. Al no lograr conciliar el consenso, me piden que intervenga a modo de árbitro. Me excuso escudándome en mi rol de “escriba neutral” (sic). “Tanto mejor” (sic), me dicen. Entonces digo, “a mi me convence mucho mas pero mucho mas y me parece estar claramente mas buena la teoría de Lucía” (sic). A lo que Lucía sonríe breve y levemente, como para no gozar a su oponente, mostrando que además de sabia es magnánima. Esto parece importarle un carajo (sic) a Octavio, quien procede a tomar el vaso lleno de agua y oscuras energías y estrolarlo contra la pared sin miramientos respecto de la salud anímica de Lucía y de quien esto escribe, que se ven expuestos a una expansiva fuga de pésima onda y mojados humores perros.

lunes, 16 de febrero de 2009

Encuentro de dos mundos

Una caja de metal avanza sobre ruedas a ciento sesenta kilómetros por hora, por la gris y calurosa carretera, deshaciendo antinaturalmente la distancia, a una velocidad superior a la que puede concebir la inocente torcacita que ha elegido apoyar su cálido cuerpo gris
–como la carretera- sobre el asfalto que la camufla, que la seduce e induce al sopor, que la quema, al tiempo que el auto avanza, se aproxima, metal caldeado, luces encendidas; implacable llegador antes de que la torcacita sea capaz de ensayar despegue. Entonces se produce el encuentro y la tibieza de la carne cede al impulso de una inercia abiótica y férrea, y los huesos se hacen trizas, y un ruido seco, fugaz y triste anuncia que la torcacita ha partido de nuestros días hacia días de nada o de eternidad, en un mínimo alarde de plumitas grises al aire.

domingo, 15 de febrero de 2009

Extraordinarias I

Si se viese en la circunstancia de abandonar su casa temprano en la mañana llevando en sus manos un frasquito conteniendo orina, proceda con naturalidad, en particular si usted vive en un edificio o en cualquier vecindario nutrido y curioso. Sepa que las cosas han cambiado mucho de sus tiempos a esta parte y que ya no es necesario efectuar la colecta en voluminosos frascos de mermelada, siendo que es posible conseguir unos pequeños receptáculos plásticos, descartables y elegantes, aunque de hermeticidad poco confiable. Ocultar el recipiente en la cartera o en el bolsillo puede ser riesgoso por lo ya mencionado respecto del cierre: la orina es un fluido caprichoso y artero, con afán derramatorio, como bien saben los tenaces fabricantes de pañales. El gesto de quien marcha con un frasco de orina en la mano debe ser serio más no solemne: la solemnidad no conviene, suscita sucias suspicacias. Posiblemente aleje la impertinente mirada de los curiosos, pero abonará una inicua ola de rumores a vuestra espalda, donde se diagnosticarán pioureas, hematoceles y secreciones uretrales varias. Si viaja en colectivo, evite la agitación y la formación de espuma; de hecho esto último es indicio de desidia y de falla renal crónica. Al entregar al médico o enfermero, asegúrese un correcto rotulado: nombre, apellido y documento. No sería la primera persona a la que se le transplanta un riñón por culpa de un enfermero que tuvo una mala noche.

sábado, 14 de febrero de 2009

Discurso por el día de San Valentín

Hace más de cuarenta años advertimos al pueblo argentino sobre las consecuencias nefastas que podían derivarse de la penetración fiesteril. Ya entonces observábamos el lento y progresivo fenecer de nuestras fiestas populares de raigambre tradicional, que iban siendo desplazadas por festividades foráneas, según un plan claramente establecido por parte de la sinarquía internacional y los imperialismos de turno.
A izquierda y a derecha tuvimos que dar la batalla: luchamos primero contra la festividad soviética del “spotnot”, que elementos apátridas al servicio de oscuros e inconfesables intereses, refugiándose en casas de vaya a saber uno que pueblo o desde elegantes cafés de la Rue Poupee, intentaban impulsar –estérilmente- dentro de la masa trabajadora, que le ha dicho que no, una y mil veces, al vodka y a los pastelitos de caviar.
Mas tarde, enfrentamos campañas propagandistas mucho más fuertes, que intentaron debilitar la festividad de Reyes y reemplazarla por una navidad con San Nicolás, medias coloradas y bastones de caramelo incluidos. Supimos enfrentar con coraje y decisión aquella avanzada imperialista, y si el triunfo no fue posible, tampoco pudieron arrebatarnos la costumbre de echarle pasto a los camellos y poner los zapatos o las alpargatas al pie del catre.
Vimos desvanecerse la fuerza y la magia de los carnavales, vimos como los corsos tradicionales iban cediendo paso al prefabricado comercial de la carroza estilo Río de Janeiro, donde los tristes Pierrots o los misteriosos enmascarados grises cedían sus espacios a elementos de la oligarquía, travestidos y emplumados, que movían el culo con obsceno frenesí. En los sitios donde el recato y la moral aun reinaban, el carnaval quedó reducido a globazos de agua y a manguerazos; triste fue la historia en otros sitios: hoy vemos remedos grotescos de festividades propias del imperialismo carioca.
Luego enfrentamos una arremetida mas dura: ya eran los años 90. Empezó como un juego novedoso en los institutos de inglés y casas de la cultura británica. Ante la ausencia de los grandes zapallotes que se veían en el cine, zapallos calabaza tradicionales -¡los mismos que nos dan abnegadamente su carcaza para que fabriquemos nuestros mates! – eran tallados a cuchillo para emular a los pumpkins yanquis. Una vela en el interior venía a proponer el susto; afortunadamente, las oblongas calabazas nativas eran más apropiadas para la risa que para el espanto. Llamamos a una campaña de concientización a la que el pueblo trabajador respondió masivamente: “si un niño le toca la puerta y le dice dulce o truco, súrtale un buen biandazo”. En el primer octubre, los centros médicos del país registraron más de catorce mil niños abofeteados de gravedad; todo un éxito. Este número fue disminuyendo año tras año, mostrando una vez más la efectividad pedagógica del schiaffo y la gran capacidad de aprendizaje que los niños tienen cuando se los alecciona decididamente y a tiempo.
Fueron y siguen siendo duras las arremetidas: hemos perdido para siempre las fogatas de San Juan, el 24 de Junio; en las navidades es cada día mas frecuente el felpudo que saluda Merry Chritsmas y la sidra y el ananá fizz son desplazada gradualmente por el exótico champán, tanto en su forma tradicional como en la variedad con sabor a frutilla. Los números son elocuentes: desde el año 73 a la fecha, el consumo de sidra del 24 de diciembre ha caído un 33%, el del afrancesado Vitel Thoné ha crecido un 41%, el de Pan dulce ha caído un 18%; en fin: nuestras navidades se parecen cada vez menos a nuestras navidades. No faltan quienes guardan el cipayo anhelo de que el cambio climático nos traiga una nevada en pleno diciembre.
Beodos oportunistas, borrachines de cantina, inveterados chupandingas de garroneo, han impulsado en nuestro país la instalación de la fiesta de San Patricio. No me detendré en esto, pero el cuadro de una Buenos Aires ebria a mediados de Marzo me lleva a preguntarme si resulta necesaria una excusa irlandesa para una borrachera nacional.
Hoy los he reunido para hablarles de algo mucho más importante, necesito hablarles de algo mucho más importante: sabemos que el amor ha sido y será el más importante maná para nuestros descamisados. Nadie ama mas sincera y profundamente que un trabajador. Algunas anécdotas sirven de ejemplo: en tiempos de Ubaldini, el gremio cervecero sufrió tanto por un traspié amoroso de su líder, que la producción de la bebida a nivel nacional cayó un 39%. El griego Blajaquis llegó a tener19 mujeres, a todas las amó, con todas hacía el amor varias veces por semana. Cuentan también, que el mismo Lorenzo Miguel, allá por los años 70, se enamoró perdidamente de una jovencita de la JTP y que eso lo arrastró a leer el libro rojo de Mao. Finalmente se pelearon, y el loro no pasó del prólogo. ¡Qué distinta hubiese sido la historia del pueblo trabajador si las jovencitas de la JTP hubiesen sido más constantes en sus amoríos! (risas y aplausos)
Bueno compañeros, creo que me he extendido demasiado. Voy a ir cerrando este improvisado discurso con una advertencia: la batalla no ha terminado. Hoy, 14 de Febrero, alguien quiere ponerle sello de extranjería a nuestros amores nacionales. Alguien, en el espurio afán de vender un ramo de flores o una cena romántica, propicia la penetración fiesteril nuevamente. Algunos parecen convencidos de la urgencia de comprarles a sus amadas alguna baratija, en nombre de esta nueva trampa del imperio y de la sociedad de consumo.
¡Compañeros trabajadores! ¡Compañeras trabajadoras! ¡Nunca fue más evidente la trampa! ¡Nunca mas miserables las intenciones!
A todos aquellos que pretenden imponernos esta festividad ridícula y capitalista del día de San Valentín les decimos que no permitiremos esta avanzada. Que lucharemos siempre por enamoramientos nacionales y populares; que no habrá besos en el autocine ni citas en la fuente de soda, que no habrá ni mas ni menos abrazos, ni mas ni menos “te quiero” , ni mas ni menos profundo y sincero amor peronista en este día que en otros. Llamamos a la abstención florística y bombonera, a la abstención restoranera. No festejemos el día de San Valentín. Ninguneemos esta farsa yanqui, hagamos nuestra vida y nuestros amores sin declamaciones estúpidas ni impostadas: el futuro nos depara las más gloriosas páginas en la historia de la grandeza de nuestro pueblo (aplausos y se inicia la marchita).