jueves, 30 de julio de 2009

Instantánea de un niño solo

Una manito de tonos terrosos, cuarteada de frío y olvido, de soledad callada y expectante. Una calle rabiosa -como todas las calles en estos días- haciendo y deshaciendo su farsa de artefactos de frío metal e indiferencia de producción seriada. Un niño solo mira el correr de sus días, más allá de la calle, más allá de los lugares comunes, de la poesía, de la palabra; días sin dirección ni sentido, andando a tumbos y espasmos, o días de andar sereno como brisa de mediodía.
Ojos de laguna o te con leche, donde alumbra una negrura de acertijo una pupila cerrada a las promesas y a los sueños. Niño solo: estás clavado en mi vergüenza como un puñal perpetuo y ya no quiero repetir lo repetido, volver a estrenar los mismos lamentos apesadumbrados, impostar indignaciones ajadas de tanto uso vano. Estás levantando al cielo tus días de barrilete buscando una mano pía que no sepa de egoísmos ni prejuicios. Una mano que salve tus penas y mis culpas. Y el cielo te da un gris capote de indiferencia, y mi mano es un pájaro estúpido que apenas puede garrapatear palabras, y tu mano ¡Oh, Niño! Tu mano es el sello de mi culpa, de mis miserias, mi vergüenza, mi espanto; tu mano me recuerda, entre tierra y frío, reseca, mi mano cuando niño.

lunes, 13 de julio de 2009

Roldán silvestre: boxeador amateur VI

Siento, luego existo. Aquello que enfrente mío se agita como una anguila y que difícilmente discierno entre las luces que me encandilan, el sudor que me irrita los ojos y el párpado que se me quiere cerrar en su engorde inflamatorio, me está fajando cuantiosamente, disipando prontamente todo afán filosófico: esas trompadas, ese latigazo al ijar, ese cross rompedor de mentones, no tiene otra explicación que la materialidad más llana de la trompadera. Voy a ver si lo aíslo de su dimensión espacio-temporal, voy a ver si me le adentro en su cosa en si y me le escapo a esta sucesión fenomenológica de guantazos demoledores que me hace temblar de oreja a oreja. No creo que pueda, pero voy a ver si puedo salirle al cruce con un piñón de verdades que fulmine en el aire el ente indisoluble: hombre y trompada, trompada y hombre.

Voy a la lona. O la lona viene a mí. El olor del vahído, las luces hechas una sola y ese súbito hormigueo en la nuca. Uno, dos, mirar, mirar es lo primero, ese rincón festeja, esa mujer festeja, aquel otro salta y yo sin moverme, Tres, Cuatro, arriba Roldán, arriba, por nocaut no, arriba con ese Cinco, Seis, la cuenta de protección, (si para protegerme lo que habría que hacer es sacarlo de acá a este condenado), Siete, Ocho, arriba todo se mueve, arriba se agitan vientos que soplan desde mi cabeza y me agitan como un arbolito, o se agita el mundo y yo acá, Miremé ¿Puede seguir?, Miremé, si, estoy bárbaro, bárbaro, Campana. Aire, aire, aire, esponjazo y luego fresco. Arde el mate.

miércoles, 8 de julio de 2009

El burrero

Un pedigrí es mucho más que eso: es la exacta genealogía de un instante glorioso, la concatenación misteriosa de servicios y nacimientos que da lugar a ese preciso momento inenarrable en que un corazón y un caballo galopan a un solo tiempo a trescientos metros del disco, en que cadencia y sístole ritman la victoria sacándole cinco cuerpos de ventaja a las horas tristes de ayer y, aunque en ese momento no importe, las de mañana. Por eso el burrero guarda en su memoria, como en un libro milenario, las mezclas milimétricas de cada sangre que en el alambique mágico de un útero de noble yegua originan los retoños de victorias y derrotas. A veces no importa nada ser hijo de un ganador de clásico y de una ganadora de ocho, pero eso es rápidamente olvidado y sólo de memorias dichosas se compone la mitología: nadie recuerda ese debutante prometedor que naufragó en la polla de potrillos infamando su noble ascendencia, más vale detenerse en ese pichón de crack que culmina la alineación perfecta de planetas y destinos arrasando sobre la pista a los plebeyos que rellenaron las gateras. El burrero hincha el pecho y aprieta los boletos. Son pocos mangos, pero eso importa poco, ya que lo importante es darle cierre a esa ecuación gestada entre maníes y cervezas en la mesa de algún bar, leyendo los nacimientos de algún haras del país o analizando la composición de la sexta carrera de cualquier martes de cualquier agosto. Lo trascendente es que hubo, en esa mezcla de ganadores, un potrillo nacido con inexplicables ganas de ganar, fastidioso con los que intentaron hacerle sombra, amigo y no víctima de la fusta, potrillo volador, divino crack; padre precoz de adrenérgicas palpitaciones, justificadoras de miles de existencias humanas.

martes, 7 de julio de 2009

Roldán silvestre: boxeador amateur V

Tercer round

¿Por qué peleás?
¿Por qué peleo?

Si, digo: ¿Por qué elegiste ser boxeador?
Que se yo… no sé…me gustaba

¿Qué te gustaba?
……………………….

Digo ¿Qué te gustaba: pegar, que te pegaran, pelear? ¿O lo que te gustaba era llegar a ser boxeador? ¿Qué era lo que te gustaba?
………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………...

¿Te gustaba ver el dolor del otro? ¿Te daba placer?
mmmm…No…no

¿Te gustaba pegar? ¿Te gustaba pegarle al otro?
Si…que se yo…si…bah, no se…

¿Te gustaban las piñas? Entonces bancate este uno dos, bancate ese castigo al hígado, bancate el uppercut ¿Me oís? á-percat…A´-percat
…………………………………………cintura, cintura, salí Roldán, salí de ahí………

Ok, ¿Lo dejamos acá? Nos vemos la semana que viene
Y si doctora, va a ser mejor…porque si no me meto en la pelea este me termina matando.