martes, 22 de diciembre de 2009

Curadores

¡Atrás, miopes embelesado por la mustia luz de la razón! No me refiero a sus curas con materiales y métodos, a sus remedios molecularmente cimentados, con sus mecanismos de acción pulcramente establecidos. Me refiero a la cura esencial, a la que no apela a la vanidad de denominarse medicina.

Cura y punto: de empacho, de mal de ojo, de envidia; entidades que en si mismas son la totalidad del mal posible. ¡Un tipo se retuerce de dolor en una cama y una vieja desesperada sale como tromba a llamar a su vecina – otra vieja descangayada- para que le cure el empacho! ¡A la mierda con la ciencia!

Es natural: la enfermedad es el mal –mefisto- hecho corporalidad y lo que Dios manda es no achicársele y chumbarle un real envido, a ver si es tan cocorito. Si remite, está curado, y a rezarle un bendito agradecido a la patrona. Si no, es que el mal ha ganado en su ley la partida: es un mal muy pesado. No quedan esperanzas. A lo sumo, ir por el médico o alguna de esas cosas de improbable eficacia. Seguir rezando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Piedad