domingo, 15 de febrero de 2009

Extraordinarias I

Si se viese en la circunstancia de abandonar su casa temprano en la mañana llevando en sus manos un frasquito conteniendo orina, proceda con naturalidad, en particular si usted vive en un edificio o en cualquier vecindario nutrido y curioso. Sepa que las cosas han cambiado mucho de sus tiempos a esta parte y que ya no es necesario efectuar la colecta en voluminosos frascos de mermelada, siendo que es posible conseguir unos pequeños receptáculos plásticos, descartables y elegantes, aunque de hermeticidad poco confiable. Ocultar el recipiente en la cartera o en el bolsillo puede ser riesgoso por lo ya mencionado respecto del cierre: la orina es un fluido caprichoso y artero, con afán derramatorio, como bien saben los tenaces fabricantes de pañales. El gesto de quien marcha con un frasco de orina en la mano debe ser serio más no solemne: la solemnidad no conviene, suscita sucias suspicacias. Posiblemente aleje la impertinente mirada de los curiosos, pero abonará una inicua ola de rumores a vuestra espalda, donde se diagnosticarán pioureas, hematoceles y secreciones uretrales varias. Si viaja en colectivo, evite la agitación y la formación de espuma; de hecho esto último es indicio de desidia y de falla renal crónica. Al entregar al médico o enfermero, asegúrese un correcto rotulado: nombre, apellido y documento. No sería la primera persona a la que se le transplanta un riñón por culpa de un enfermero que tuvo una mala noche.

3 comentarios:

  1. Un emprendimiento paralelo? Abrazo

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  2. jjajaja excelente Nanolefou. Me hiciste reír :-)

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  3. De qué manera tan sutil se puede hablar de la orina ¿no? ¿o será el orín?. Bueno, su género no importa menos que reír, o que reafirmar mi obsesión por el orine, la orina o el orín. El un líquido sacro. Así lo veo.
    Un beso.

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Piedad