martes, 3 de marzo de 2009

Cotidiana II : el niño del colectivo

Un pequeño fanfarrón de no más de tres años se agita como una anguila en los brazos de su padre. Se convulsiona sin motivo, como si buscara escapar -el muy ingrato- del trono de amor que su padre le prodiga. Siguiendo los dictados de quien sabe que elucubración de su incomprensible cabecita, detiene su loca y errante mirada sobre mi pie. Asciende su mirar por mis piernas hasta mi pecho, y luego se detiene sobre mis ojos. Incómodo, casi molesto por la inquisición y el escrutinio del serio infante, le sonrío. Me sonríe brevemente y vuelve de inmediato a la seriedad, sin dejar de mirarme. Entonces me esfuerzo en una sonrisa mas amplia, menos auténtica pero mas elocuente, una morisqueta ridícula que pretende ser graciosa, a la que el demoñito responde con indiferencia, retirando su mirada y clavándola en gesto de incógnita sobre mi novia. Ella tarda en percibirlo apenas unos segundos: ese sexto sentido o resabio evolutivo que permite percibir la mirada inquisidora de otro ubicado más allá de nuestro campo visual hace que mi novia dirija su mirada al niño, y el instinto maternal la obliga a sonreírle. Él parece darse cuenta de que nos tiene en sus manos, entonces alterna miradas exigente y pretenciosa entre mi novia y yo, forzándonos a muecas simpáticas e impostadas. De repente es rey de la escena, tirano, déspota. Recorre las butacas, ya todos lo miran, le sonríen, le prometen simpatía, le regalan notorios esfuerzos con tal de verlo reír, pero él lo hace sólo esporádicamente. Entonces se agita mas en los brazos de su padre – que desconoce que nosotros nos desvivimos por entretener a su hijo- y balbucea, entre filantes brillos de baba, un da da da que precede a un grito atávico y agudo que expresa –lo entiende, ahora, todo el pasaje- descontento con sus bufones. Me posee una incomodidad tremenda, insoportable, y muevo mis manos tratando de atraer su atención. Una vieja de un asiento individual, cuyo rostro jamás podría prometer dulzura, sonríe y mueve también su huesuda mano de afilados dedos ungulados: trata de estropear mi protagonismo. Afortunadamente, el niño la mira con desprecio. Una maestra hace chasquear sus dedos, una idiota chista al niño como si se tratase de un caballo. De repente, todos competimos por la atención del pequeño tiranuelo: un albañil esconde su cara tras sus manos y la muestra repentinamente a la voz de “acatá”. Esto arranca una risita al niñito; el albañil supone alcanzada la gloria y la fórmula, porque repite el modo hasta convertirlo en un bodrio. Tres pibas cantan para el niño una estúpida canción de la tele, lo que hace que el chofer y un ciego que está sentado adelante delaten su pertenencia a otra generación y entonen una de María Elena Walsh para taparlas. Los asientos son vitrina de mil morisquetas diversas y patéticas. Entonces una señora mayor, muy paqueta, se levanta de su asiento y suelta un bailecito ridículo, improvisado, ante la mirada atónita del niño y del resto del pasaje. Harto del espectáculo, el niño lleva su mirada a su propia manito, que ahora le parece apasionante y novedosa como para reconcentrar su atención en ella y mandarnos a todos al diablo, incluida la estúpida que baila sin gracia ni tino para él. Entonces todos la miramos en una amonestación colectiva, inculpándola. La vieja descubre su error imperdonable y baja raudamente en la parada siguiente.

5 comentarios:

  1. lindo, chep. yo usaría una fuente más grande ( o soy yo que estoy corto de vista y no me entero)

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  2. jajajaja, muy entretenido. Los albañiles suelen hacer ese gesto.

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  3. Demasido bueno Nanolefou, casi surrealista. Bueno, sur-realista.
    No sabía que tenías este blog de relatos. Pensé que lo tuyo era Moscardón y Maradona :-)
    Un beso.

    P.D. Tengo una muy tonta pero enorme curiosidad. ¿quién, de ustedes dos -Tanque y Nanolefou-, es el que tiene cabello largo y quién lo tiene corto?; Les agradecería, cómo no, satisfacer mi delirio intuitivo si les place hacerlo. Tengo una especie de visión sobre pelos, vellos y cabellos, por eso mi impertinencia.
    Besos.

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  4. Bueno, en términos generales yo tengo más pelo que el tanke, y no te creas que es alarde: el mío es escaso, el de él está en peligro de extinción. De todas formas, ninguno de los dos tiene pelo largo, aunque él alguna vez lo tuvo (era más joven) y yo nunca lo usé largo.
    ¿Satisfecho el delirio intuitivo?
    Mi pelo es morocho y enrulado como... bueno, no hay comparaciones elegantes.

    Saludos y gracias por pasar!

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  5. jajaja! .. muy satisfecho. El delírium digo.
    Nos vemos :-)

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Piedad