martes, 26 de enero de 2010

La secretud del pensamiento

No se cuando lo descubrí; solo se que el hallazgo me significó una liberación. Era un niño cuando tuve la revelación extraordinaria de que nadie podía saber lo que yo estaba pensando. Qué pensar era una actividad silenciosa y oculta, que el pensamiento era un secreto, que mientras la cabeza pensaba te amo, la cara podía decir ni te registro y la boca podía decir ¿me prestás un lápiz negro? A partir de ese momento, aprendí a enamorarme sin vergüenza. También a juzgar y, sobre todo, a mentir: por la virtud de secretud del pensamiento, es posible la mentira. A partir de ello, toda persona es un misterio.
Más tarde, me di cuenta de que podía insultar a alguien desde el silencio de mi mente – poniendo la mejor cara de otario- sin que la otra persona supiera lo que yo pensaba.
Ciertas veces, insultaba y maldecía tan fuerte y tanto tiempo a alguien, que de repente salía del trance como sobresaltado, temiendo que mis pensamientos – por brutales, groseros y - hubiesen sido escuchados. Cuando descubría que esto no era así, la volvía a emprender a escupitajos cerebrales. Generalmente, los destinatarios eran profesores de la secundaria, aunque algún milico o cotidianos garcas han recibido mis silentes juramentos.
Ahora mismo, mientras escribo estas líneas, albergo esperanzas, oculto líneas suprimidas, niego al improbable lector algunas de mis elementales ideas. Una parte de este post la conozco únicamente yo.

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Piedad