Fue la parca imaginada,
horror corpóreo y andante,
del destino vigilante
con su guadaña afilada.
De negro paño ataviada,
la pavorosa osamenta,
arribando con la cuenta
de las horas terminadas.
Mas no es a ella que temo,
si no, a la más oscura:
la muerte en su forma pura.
La que figura al extremo
del hilo de nuestra vida,
la inasible por la mente
y ante la cual, impotente,
la letra está desvalida.
La muerte hecha de nada,
absurdo silente y lúgubre
que la razón no descubre
de su manto de ignorada.
Materia eterna o fugaz,
el alma es otro misterio
que no admite magisterio
que no peque de falaz.
Pues es en vano intentar,
sin incurrir en vergüenza,
escribir lo que se piensa
cuando se quiere mentar
a la inicua nada eterna
con su forma inabarcable
y su escenario inmutable
que al mortal hombre consterna.
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Piedad