sábado, 28 de febrero de 2009

Textorragia I

Huergo, sentado en una sucia y grasienta mesa de "El Ramplón”, garabatea en una servilleta:

Ser o no ser, esa es la cuestión, ahora y siempre. Lo que voy a decir no pretende acreditar la más remota erudición: ya ni me acuerdo como era ni por qué Hamlet decía ser o no ser. No me importa Shakespeare; lo respeto, fue un buen escritor y yo no lo niego, pero ahora me importa un soto. Me importa esa frase que nos llega tan vacua como “en-un-lugar-de-la-mancha-de-cuyo-nombre-no-quiero-acordarme” o “aquí-me pongo-a-cantar-al-compás-de-la-vigüela”. Me importa la frase: ser o no ser. Tal vez Hamlet o Shakespeare -queseyó- no quisieron decir más que eso, no pretendían otra cosa que provocarme este espasmo, esta catarsis que me lleva a pensar el asuntejo: en estos días, ser o no ser ¡Qué cuestión, hermano!
Hay mil formas de no ser... ¡Qué digo! Carajo: hay infinitas formas de no ser. No ser es guardarse un puñado de arena en la mano, meterse abajo de las cobijas, mirar para el costado y silbar. No ser es fácil, elemental, espontáneo. Es no ser y punto, andar por ahí, pedo perdido en el éter, ni fu ni fá, yo no sé: “yo argentino”, ¿yo? ¿a mi? no sé, no soy. Pero ser, hermanito, ser: esa es la cuestión. Ahora que lo pienso, que me reviento la sesera en el pensamiento profundo del asunto, Shakespeare o Hamlet anduvieron cerca, pero pifiaron. Queseyó, capaz-que-en-esos-tiempos, la cuestión era ser o no ser. Ahora no ser es común, es moneda de cinco, es anotarse 12 al 4 o tacharse la doble. Perdón por la demora: el asunto es ser.
Ser, en tiempos de posmodernismo o de modernismo tardío, es apuesta que se paga con mucho menos que la vida. En general se sobrevive a una decisión existencial errada y, por lo tanto, es raro adjudicarse algún postrer reconocimiento por el hecho de chingar la dirección de ser. Un suponer: no hay más épica. Ser es inversión vital de alto riesgo. Los jovencitos –los posmos - dicen jugarse: yo digo ser, paráfrasis Shakesperiana, oíme bien. Ser es jugarse, si querés aggiornarlo para esos jóvenes que demandan faroles intelectuales. Ser o jugarse en estos días es asunto de riesgo, pues no hay épica posible; hay alta probabilidad de papelón, de error. Entonces, al que se decide a ser o ser (el que se juega por ser algo) y yerra, le toca salir con las pilchas mojadas del charco del error justo por el túnel que da a la cabecera donde está la hinchada de los que eligieron no ser. Y suele abundar la mirada condenatoria, la rastrera circulación de rumores dilapidantes, el chusmerío y el yo-sabía, no había que ser, no habría que haber sido, habría que no haber sido entonces para poder llegar a ser mañana, si dios hubiera querido.

miércoles, 25 de febrero de 2009

24 de febrero

Oíd mortales
el grito callado
del obrero torneando alboradas
Oíd el ruido
de abiertas tranqueras
y de sueños galope en tropel

Ved en trono
plebeya igualdad
y que el pecho bellísimo abrieron
las barriadas humildes del sur
ved la marcha
y el brillo que ciega
de pupilas ardidas de sol

Oíd el grito
del corazón
que a su marcha todo hace temblar
Ved
a sus descalzos pies
el furioso león opresor
prometiendo volver a zaherir

Y dile a aquellos
que coronados
de gloria y futuro
murieron
para que reinase en el pueblo
el amor y la igualdad
que juramos
pelear
con gloria
vivir
con gloria
morir
con gloria
amar

viernes, 20 de febrero de 2009

Nace el poema (*)

Desde ese suburbio oscuro impúdico
de mi perfumada humanidad
donde mi límbica animalidad opina
y dice
Mi eropsiquis repleta de huéspedes
Con visceral y pudenda voz
la parte baja que ofende mi consciencia
dice y dice y nunca calla

yo transcribo

O del fecundo vientre
de la esquiva y amada Calíope
donde crece esa melífera gota
de néctar de higos otoñales concebida
Nace una rosa espinada y rosa
aromada de amor sueños nostalgia
Bella como labios adolescentes
Y yo, por no poder besarla
a causa de espinas y distancias

escribo

O del trigo que cosechan mis ojos y mis días
nace el tibio ratón espontáneo
de caprichosa palabra constituido
Pequeño como una lágrima de pelo y letras
descolgándose de mi mano
suave o inquieto o turbulento
y a veces furia

para que yo lo escriba


O de la fría y meditada operación matemática
que Poe develó
hecha de cuidadosa métrica y
rítmica rima
De pasos coordinados
acompasada armonía
se erige el frágil atalaya de naipes
Salomónico o humilde
templo adorado
de palabras

que escribo


¿De donde nace la brutal
la cándida la torpe
la nueva y virgen palabra
que imperceptiblemente se mueve
en su blando esqueleto de letras?
Insecto sin cáscara
esperando
ser tinta inmortal o
fugaz y olvidada confesión y promesa
destinada al fuego
fugaz y eterno fuego
La palabra que me cifra
Mi escrita voz
Mi escrito yo
Mi clave

que hoy escribo


(*) título tentativo


Poema de inspiración Girondiana.
Balcarce, mayo o junio de 2008...tal vez abril

miércoles, 18 de febrero de 2009

Cotidianas o ”Dos teorías en torno de un vaso de agua posado sobre una mesa una tarde calurosa de un domingo de febrero”

Lucía sostiene una visión que denomina “cierta”, mientras que Octavio se inclina por concepciones que denomina “físicas”. Ambas, a mi criterio, son igualmente respetables, aunque Octavio no opina lo mismo y su rostro no oculta un fondo de desdén con esencia de furia, una pizca. Lo cierto es que la visión “cierta”, de Lucía, propone que la gradual aparición de burbujitas en las paredes del vaso con agua son la resulta obvia de la atracción y chupado de “malas ondas y energías negativas, estreses y leches agrias” (sic) que abundan en el universo. Aclara que tal fenómeno es inevitable en todo espacio en el que habiten seres humanos, aunque advierte que la actitud de Octavio, que cataloga de un “tanto soberbia y braguetirrostra” (sic), ayuda al pronto cuajado de globitos que se agitan temblorosos en las paredes del vaso, creciendo para desprenderse en una caída “contragravitacional” (sic) y perderse en el éter. Octavio propone una teoría un tanto crédula aunque apasionante: en realidad las burbujas no procederían de los ánimos ni del exterior siquiera, si no que serían gases, fundamentalmente el “ubicuo oxígeno” (sic), que estarían disueltos en forma invisible en el líquido y que con el correr del tiempo y la colaboración de la temperatura irían coaligándose y juntándose hasta hacerse visibles y luego se abrazarían, se despedirían sin solemnidades ni grandilocuencia (no sic) y se desprenderían camino al éter también y bueno, a partir de este punto no hay diferencia; ver teoría “cierta”. Al no lograr conciliar el consenso, me piden que intervenga a modo de árbitro. Me excuso escudándome en mi rol de “escriba neutral” (sic). “Tanto mejor” (sic), me dicen. Entonces digo, “a mi me convence mucho mas pero mucho mas y me parece estar claramente mas buena la teoría de Lucía” (sic). A lo que Lucía sonríe breve y levemente, como para no gozar a su oponente, mostrando que además de sabia es magnánima. Esto parece importarle un carajo (sic) a Octavio, quien procede a tomar el vaso lleno de agua y oscuras energías y estrolarlo contra la pared sin miramientos respecto de la salud anímica de Lucía y de quien esto escribe, que se ven expuestos a una expansiva fuga de pésima onda y mojados humores perros.

lunes, 16 de febrero de 2009

Encuentro de dos mundos

Una caja de metal avanza sobre ruedas a ciento sesenta kilómetros por hora, por la gris y calurosa carretera, deshaciendo antinaturalmente la distancia, a una velocidad superior a la que puede concebir la inocente torcacita que ha elegido apoyar su cálido cuerpo gris
–como la carretera- sobre el asfalto que la camufla, que la seduce e induce al sopor, que la quema, al tiempo que el auto avanza, se aproxima, metal caldeado, luces encendidas; implacable llegador antes de que la torcacita sea capaz de ensayar despegue. Entonces se produce el encuentro y la tibieza de la carne cede al impulso de una inercia abiótica y férrea, y los huesos se hacen trizas, y un ruido seco, fugaz y triste anuncia que la torcacita ha partido de nuestros días hacia días de nada o de eternidad, en un mínimo alarde de plumitas grises al aire.

domingo, 15 de febrero de 2009

Extraordinarias I

Si se viese en la circunstancia de abandonar su casa temprano en la mañana llevando en sus manos un frasquito conteniendo orina, proceda con naturalidad, en particular si usted vive en un edificio o en cualquier vecindario nutrido y curioso. Sepa que las cosas han cambiado mucho de sus tiempos a esta parte y que ya no es necesario efectuar la colecta en voluminosos frascos de mermelada, siendo que es posible conseguir unos pequeños receptáculos plásticos, descartables y elegantes, aunque de hermeticidad poco confiable. Ocultar el recipiente en la cartera o en el bolsillo puede ser riesgoso por lo ya mencionado respecto del cierre: la orina es un fluido caprichoso y artero, con afán derramatorio, como bien saben los tenaces fabricantes de pañales. El gesto de quien marcha con un frasco de orina en la mano debe ser serio más no solemne: la solemnidad no conviene, suscita sucias suspicacias. Posiblemente aleje la impertinente mirada de los curiosos, pero abonará una inicua ola de rumores a vuestra espalda, donde se diagnosticarán pioureas, hematoceles y secreciones uretrales varias. Si viaja en colectivo, evite la agitación y la formación de espuma; de hecho esto último es indicio de desidia y de falla renal crónica. Al entregar al médico o enfermero, asegúrese un correcto rotulado: nombre, apellido y documento. No sería la primera persona a la que se le transplanta un riñón por culpa de un enfermero que tuvo una mala noche.

sábado, 14 de febrero de 2009

Discurso por el día de San Valentín

Hace más de cuarenta años advertimos al pueblo argentino sobre las consecuencias nefastas que podían derivarse de la penetración fiesteril. Ya entonces observábamos el lento y progresivo fenecer de nuestras fiestas populares de raigambre tradicional, que iban siendo desplazadas por festividades foráneas, según un plan claramente establecido por parte de la sinarquía internacional y los imperialismos de turno.
A izquierda y a derecha tuvimos que dar la batalla: luchamos primero contra la festividad soviética del “spotnot”, que elementos apátridas al servicio de oscuros e inconfesables intereses, refugiándose en casas de vaya a saber uno que pueblo o desde elegantes cafés de la Rue Poupee, intentaban impulsar –estérilmente- dentro de la masa trabajadora, que le ha dicho que no, una y mil veces, al vodka y a los pastelitos de caviar.
Mas tarde, enfrentamos campañas propagandistas mucho más fuertes, que intentaron debilitar la festividad de Reyes y reemplazarla por una navidad con San Nicolás, medias coloradas y bastones de caramelo incluidos. Supimos enfrentar con coraje y decisión aquella avanzada imperialista, y si el triunfo no fue posible, tampoco pudieron arrebatarnos la costumbre de echarle pasto a los camellos y poner los zapatos o las alpargatas al pie del catre.
Vimos desvanecerse la fuerza y la magia de los carnavales, vimos como los corsos tradicionales iban cediendo paso al prefabricado comercial de la carroza estilo Río de Janeiro, donde los tristes Pierrots o los misteriosos enmascarados grises cedían sus espacios a elementos de la oligarquía, travestidos y emplumados, que movían el culo con obsceno frenesí. En los sitios donde el recato y la moral aun reinaban, el carnaval quedó reducido a globazos de agua y a manguerazos; triste fue la historia en otros sitios: hoy vemos remedos grotescos de festividades propias del imperialismo carioca.
Luego enfrentamos una arremetida mas dura: ya eran los años 90. Empezó como un juego novedoso en los institutos de inglés y casas de la cultura británica. Ante la ausencia de los grandes zapallotes que se veían en el cine, zapallos calabaza tradicionales -¡los mismos que nos dan abnegadamente su carcaza para que fabriquemos nuestros mates! – eran tallados a cuchillo para emular a los pumpkins yanquis. Una vela en el interior venía a proponer el susto; afortunadamente, las oblongas calabazas nativas eran más apropiadas para la risa que para el espanto. Llamamos a una campaña de concientización a la que el pueblo trabajador respondió masivamente: “si un niño le toca la puerta y le dice dulce o truco, súrtale un buen biandazo”. En el primer octubre, los centros médicos del país registraron más de catorce mil niños abofeteados de gravedad; todo un éxito. Este número fue disminuyendo año tras año, mostrando una vez más la efectividad pedagógica del schiaffo y la gran capacidad de aprendizaje que los niños tienen cuando se los alecciona decididamente y a tiempo.
Fueron y siguen siendo duras las arremetidas: hemos perdido para siempre las fogatas de San Juan, el 24 de Junio; en las navidades es cada día mas frecuente el felpudo que saluda Merry Chritsmas y la sidra y el ananá fizz son desplazada gradualmente por el exótico champán, tanto en su forma tradicional como en la variedad con sabor a frutilla. Los números son elocuentes: desde el año 73 a la fecha, el consumo de sidra del 24 de diciembre ha caído un 33%, el del afrancesado Vitel Thoné ha crecido un 41%, el de Pan dulce ha caído un 18%; en fin: nuestras navidades se parecen cada vez menos a nuestras navidades. No faltan quienes guardan el cipayo anhelo de que el cambio climático nos traiga una nevada en pleno diciembre.
Beodos oportunistas, borrachines de cantina, inveterados chupandingas de garroneo, han impulsado en nuestro país la instalación de la fiesta de San Patricio. No me detendré en esto, pero el cuadro de una Buenos Aires ebria a mediados de Marzo me lleva a preguntarme si resulta necesaria una excusa irlandesa para una borrachera nacional.
Hoy los he reunido para hablarles de algo mucho más importante, necesito hablarles de algo mucho más importante: sabemos que el amor ha sido y será el más importante maná para nuestros descamisados. Nadie ama mas sincera y profundamente que un trabajador. Algunas anécdotas sirven de ejemplo: en tiempos de Ubaldini, el gremio cervecero sufrió tanto por un traspié amoroso de su líder, que la producción de la bebida a nivel nacional cayó un 39%. El griego Blajaquis llegó a tener19 mujeres, a todas las amó, con todas hacía el amor varias veces por semana. Cuentan también, que el mismo Lorenzo Miguel, allá por los años 70, se enamoró perdidamente de una jovencita de la JTP y que eso lo arrastró a leer el libro rojo de Mao. Finalmente se pelearon, y el loro no pasó del prólogo. ¡Qué distinta hubiese sido la historia del pueblo trabajador si las jovencitas de la JTP hubiesen sido más constantes en sus amoríos! (risas y aplausos)
Bueno compañeros, creo que me he extendido demasiado. Voy a ir cerrando este improvisado discurso con una advertencia: la batalla no ha terminado. Hoy, 14 de Febrero, alguien quiere ponerle sello de extranjería a nuestros amores nacionales. Alguien, en el espurio afán de vender un ramo de flores o una cena romántica, propicia la penetración fiesteril nuevamente. Algunos parecen convencidos de la urgencia de comprarles a sus amadas alguna baratija, en nombre de esta nueva trampa del imperio y de la sociedad de consumo.
¡Compañeros trabajadores! ¡Compañeras trabajadoras! ¡Nunca fue más evidente la trampa! ¡Nunca mas miserables las intenciones!
A todos aquellos que pretenden imponernos esta festividad ridícula y capitalista del día de San Valentín les decimos que no permitiremos esta avanzada. Que lucharemos siempre por enamoramientos nacionales y populares; que no habrá besos en el autocine ni citas en la fuente de soda, que no habrá ni mas ni menos abrazos, ni mas ni menos “te quiero” , ni mas ni menos profundo y sincero amor peronista en este día que en otros. Llamamos a la abstención florística y bombonera, a la abstención restoranera. No festejemos el día de San Valentín. Ninguneemos esta farsa yanqui, hagamos nuestra vida y nuestros amores sin declamaciones estúpidas ni impostadas: el futuro nos depara las más gloriosas páginas en la historia de la grandeza de nuestro pueblo (aplausos y se inicia la marchita).