Dos libros, separados en mi vida por más de quince años. De uno, he olvidado la mayor parte de sus hechos y acaso recuerdo tan solo lo insustancial; el otro, lo terminé de leer recientemente. Los dos refieren la locura, la ansiedad del perseguido, la opresión del hombre ante la ley. Uno, definido de psicológico; el otro, netamente onírico.
Rodion Romanovich Raskolnikov decide asesinar a una vieja usurera de riqueza ofensiva. Lo hace convencido de que tal crimen no representa una merma para la humanidad: la vieja es un ser deleznable que nada en el dinero y él un hombre superlativo que tiene derecho al crimen y a la absolución. Su condición de superhombre lo vuelve ajeno a las tropelías punitivas.
Joseph K… despierta una mañana en la habitación de su pensión y descubre que esta vez no es cucaracha si no procesado. Burócratas insolentes lo juzgan sin explicaciones. Le anticipan su desgracia sin darle detalles ni justificativos, ya que eso pertenece a entidades superiores ajenas e inescrutables.
Rodion transcurre sus días entre temores y paranoia: teme menos la delación que arrostrar el remordimiento de su propia culpa. Intenta justificarse a si mismo los hechos, mientras esconde a los demás su culpabilidad. Josep K… se ve involucrado en su proceso por la fuerza de agentes externos: la vergüenza de su familia ante el proceso es más fuerte que su propio interés en el asunto. El uno se sabe culpable, pero a la vez se convence de ser inocente, el otro no puede asegurar ser ni una cosa ni la otra.
Ambos conocen el castigo antes de que se concrete la sentencia: Rodion escapa frenéticamente, Joseph se entrega sin más resistencia que su incertidumbre.
Los dos reciben finalmente una sentencia completamente prescindible.